Seguro que nos vemos pronto en cualquier fiesta en un cualquier
sitio una noche cualquiera. Love and respect.
Rafa Saavedra, 2013.
Rafa Saavedra no se parece a nadie. Eso fue lo primero que me agradó aquella primera vez que amanecí en Tijuana, caminando por Playas, después de leer su libro, incapaz de pactar con el sueño tras una noche memorable. Esa fue la conclusión de un lector contento por leer una literatura que no buscaba la aprobación mediante el parentesco —o la simple copia, su hermana fea.
Por ningún lado veía la secuencia de una moda, ni la prisa por instaurar una, sino el legítimo deseo de expresar a una persona. Y tras la grata impresión del lector, vino la del colega. Porque los años han demostrado que Rafa cree que la obra de un escritor es lo que realmente importa de un escritor.
Rafa expurga la vasta imaginería pop mundial para crear botones y pins literarios, tras los cuales se agazapan el vacío espiritual, el júbilo y el hastío, las noches frenéticas que son todo y nada.
Rafa escribo lo que que le viene en gana. No esribe como nadia meás. Incluso lo llaman escritor de “culto” porque sólo unos cuantos manejan sus códigos. Lo único cierto es que Rafa Saavedra confía en su obra y ha manejado su carrera, durante casi veinte años, bajo ese supuesto.
A fin de cuentas, como ya dijeron por ahí: Artista no es aquél que no imita a nadie, sino aquél al que nadie puede imitar.
Texto de Mauricio Bares, para la segunda edición de “Esto no es una salida. Postcards de ocio y odio” de Rafa Saavedra.
Un pueblo que lee medio libro al año despide a un autor que sus obras completas se resumen en la frase Tijuana makes me happy. Babear crudo frente a la computadora y teclear no necesariamente es literatura.