Por José Luis Dávila.
Esperar a veces puede ser un arte. Yo suelo esperar por muchas cosas. Por personas, más que nada, pero también espero por el lanzamiento de algunos discos, la llegada de alguna fecha, la publicación o traducción de un libro, una nueva película. Espero desde minutos hasta años. Además, espero en todos lados: en la banca de un parque, en el patio de un colegio, en mi casa, en una parada de autobús, entre otros. Por ejemplo, desde los 14 esperé para tener 18 y poder cantar totalmente desafinado I’m eigtheen de Alice Cooper. Y entonces los dieciocho se me fueron tan rápido en otras cosas que tuve que estar esperando ese año, que al final no pude darme tiempo para cantar.
Todos esperamos algo. Esperamos algo que suceda, un acontecimiento que marque nuestras vidas. Yo diría que un pequeño instante, tan fugaz como el beso equívoco que genera toda una historia en las comedias románticas, es uno de los grandes deseos que todos tenemos. Lo lamentable es que cuando llega ese instante esperado estamos demasiado ocupados para notarlo, porque es precisamente tan rápido que sólo prestando demasiada atención podríamos capturarlo.
Pero para eso existe la retrospectiva, porque aunque no nos demos cuenta, las cosas pasan y somos participes de ellas, tal vez no como lo hubiéramos querido. Entonces el tiempo es la herramienta más certera para definirnos en nuestras acciones pasadas, y vale la pena hacerlo para poder repetir esos mismos errores que nos llevaron a situaciones límite en las que nos pudimos poner a prueba. Porque tomar siempre las decisiones correctas puede ser aburrido.
El título del más reciente disco de Veronica Falls es en función de esto: Waiting for something to happen, un viaje desde la espera hasta la acción producida por el error. Porque los errores son los que más suceden, no los valoramos cuando llegan, e incluso muchos se arrepienten de ellos; sin embargo, ser un juguete roto de vez en cuando tiene encanto. Estar cansado, caer, perder. Los desenlaces de los errores tienen el sabor que un triunfo continuo nunca probará: la espera de lo que sigue y el anhelo de que sea mejor que lo anterior.
Veronica Falls tiene el encanto de la polifonía y lo aprovechan en toda canción que forma la placa. Cada tema es justo como cada uno de nosotros, un eco de sí mismo, una forma de ver en multiplicidad el mismo objeto. Describirlo desde todas las perspectivas posibles. Es precisamente esa polifonía la que logra hacer ligera la angustia de la espera, porque la espera se hace mucho más soportable cuando se espera en conjunto.
Waiting for something to happen, en resumen, es un disco sobre la espera, pero relamente es más bien sobre la llegada de eso esperado, por decirlo de alguna manera, un poco a lo Beckett: de esa llegada que nunca llega más que en forma de espera.