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Ciudad de México, 13 de diciembre de 2024 (Neotraba)

Desde hace unos años vivo cerca de la Basílica de Guadalupe, circunstancias de la vida me llevaron a la pintoresca zona del Tepeyac, con todos los servicios a la mano, al grado que el supermercado y restaurantes de comida rápida dan servicio las 24 horas, tiene una amplia propuesta de comida callejera: hamburguesas, tacos, tortas, tamales, cortes argentinos, marquesitas, esquites, burritos, fresas con crema, etc.; el transporte es eficiente y muy variado: metro, metrobús, microbuses, trolebús, camiones y taxis.

Me he acostumbrado al lugar, lo que más me gusta es caminar por el camellón de Calzada de Guadalupe y observar las peregrinaciones que no paran en todo el año, pero la afluencia se acentúa un mes antes del 12 de diciembre, siendo la noche del 11 un mar de gente. Lo más atractivo de las peregrinaciones es la diversidad, he visto de motociclistas, payasos, bicitaxistas, electricistas, bandas norteñas, sonideros, botargas, campesinos a caballo, globeros y una infinidad de devotos de todas las zonas del país y otras latitudes, la última que recuerdo fue la de la comunidad polaca asentada en México. Estoy seguro que hay más guadalupanos que católicos en el país y podría afirmar que hasta los ateos se dan su vuelta por la Villa una vez al año.

Fotografía de Aura Nayely Núñez
Fotografía de Aura Nayely Núñez

La diversidad siempre me ha atraído y mis padres me enseñaron a respetarla, desde que vivo del oficio de librero de viejo la he sufrido y disfrutado, he adquirido bibliotecas desde los barrios más populares de Iztapalapa y Alvaro Obregón hasta las zonas exclusivas de Las Lomas de Chapultepec y Polanco; he tratado con personas de todos los estratos sociales, de intereses políticos contrarios, de nacionalidades y religiones diferentes, con rudos y técnicos, con policías y ladrones, con los que usan el lenguaje inclusivo y los que lo detestan, con tímidos y parlanchines, con gente de bien y hasta con los que le van al América. Pero con los que más me entusiasma tratar es con los que aman los libros y los que viven de ellos, es decir, bibliófilos, bibliomanos y libreros.

Todos tenemos manías muy variadas con los libros, algunas comunes y otras excéntricas. Una de las más comunes es la acumulación, que suena cool cuando se le llama coleccionismo: los acumuladores de libros no pueden leer todo lo que compran, es imposible, pero argumentan que lo hacen para tener una referencia o como un proyecto a futuro, están convencidos que tener una gran cantidad de libros no está mal y nunca es suficiente; la mayoría recopila libros de su área de estudio, la cual es ampliada por cualquier razón.

Un historiador de la Ciudad de México, tendrá libros de Xochimilco, de chinampas y de ajolotes, pero también de contaminación, gentrificación y adicciones, un matemático tendrá libros de cálculo y ecuaciones, pero también de literatura, mascotas, música, alpinismo y biografías.

Fotografía de Aura Nayely Núñez
Fotografía de Aura Nayely Núñez

La pluralidad también se percibe en lo que compran los lectores, se dice que el oficio de librero de viejo es muy noble porque todo se vende, sólo se debe tener al cliente adecuado y demasiada paciencia. Alguna vez adquirí un lote de bestsellers en danés, el cliente preguntó si podía pasar al siguiente día, se le respondió que sí, pero que se vendían rápido (obviamente era mentira, ¿quién los iba a comprar?), se puso tan ansioso de que se los ganarán que optó por pagarlos inmediatamente.

En otra ocasión me llegó un conjunto de libros de matemáticas avanzadas en ruso y en checo de un científico boliviano, de igual forma había cliente, un colega mexicano que se especializa en vender libros técnicos al extranjero. Cuando llegan ejemplares enmohecidos inmediatamente los apartamos para no inhalar las esporas, así lo hice con un libro de ciencia, al poco rato llegó un estudiante de química y ¿qué creen?, pidió un libro infectado para unas prácticas de su universidad.

Fotografía de Aura Nayely Núñez
Fotografía de Aura Nayely Núñez

Para terminar, al mes realizo dos ventas en la bodega para que compañeros de oficio de varias partes del país se surtan, desde Mérida hasta Tijuana, atiendo a especialistas en literatura iberoamericana, en filosofía, en teología, en arquitectura, en historia de México, en sociología, en primeras ediciones y hasta los que sólo venden libros de formato grande porque siempre están ilustrados.

En pocas palabras, el oficio de librero de ocasión es muy noble y es gracias a la infinita variedad de gustos y necesidades de los lectores.


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