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Portada de Vamos al circo, foto de Mitzi Hernández
Portada de Vamos al circo, foto de Mitzi Hernández

 

Por Iván Gómez (@sanchessinz).

 

 

“Venganza”

Por Laura Pérez Caballero

 

La mujer del trapecista estaba nerviosa, casi podía asegurar que su esposo la había visto besándose con el domador de tigres. Él llegó a su lado con gesto afable y la cogió cariñoso por la cintura, haciéndola dudar.

—Hoy actuaremos sin red —le susurró al oído.

 

 

Hablar de minificción, microcuento o minicuento (llámenlo como lo quieran llamar) es adentrarse en un género literario que en los últimos años ha tomado fuerza entre escritores, lectores y el mercado editorial.

Se puede creer que es más fuerte en América Latina al ser Augusto Monterroso (1921-2003. Honduras/Guatemala) un gran representante del género. Pero no es así, en realidad está presente en todas las latitudes del mundo. Prueba de ello es el microtexto “Llamada” de Frederic Brown, o “El sueño de la mariposa” de Chuang Tzu, éste último escrito mucho antes de la era común.

 

Esto lo saben muy bien Agustín Monsreal y Fernando Sánchez Clelo, quienes a principios de 2016, a través de las redes sociales, convocaron a enviar minificciones con temáticas relacionadas al circo.

 

La recepción fue muy buena, interesándose escritores de diversos lugares: desde México hasta España, pasando por Argentina, Venezuela y hasta EUA, el resultado: Vamos al circo, una antología de 125 minificciones publicada por Fomento Editorial de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en su nueva colección: Ficción Express.

 

 

“Perdidos”

Por Enrique Ángel González Cuevas

 

En los desiertos, los espejismos no siempre son de mujeres y oasis, sino de pueblos enteros dispuestos al asombro. Hay circos que pasan años viajando en ellos sin darse cuenta del engaño; otros, nunca regresan.

 

 

La cantidad de autores y los enfoques que le dan a sus historias hace del libro un festín de microhistorias que vas desde lo cómico hasta lo trágico, lo inusual a lo convencional.

 

Quienes se aventuren a formar parte del microshow que se da en cada una de las páginas encontrarán equilibristas sin vocación, catarsis eróticas entre los miembros del circo, magos que desaparecen a su audiencia, ilusionistas cleptómanos, animales que recuerdan sus días de gloria o no se sienten cómodos ahí, aproximaciones sobre el comienzo de la tradición circense, relaciones amor-destrucción entre los animales y sus domadores, sucios secretos que se esconden tras maquillaje blanco y terroríficos secretos escondidos tras bambalinas, inusuales trucos de magia y hasta historias de los que nunca toman los reflectores: el equipo técnico.

 

Las microhistorias crean el ambiente perfecto para evocar la infancia: los días en los que se acudía al circo con la ilusión de encontrar mundo lleno de magia.

 

 

Apuré el paso agarrándome fuertemente de mi papá. La larga fila parecía no tener fin. Delante de nosotros una retahíla de seres extraños, hombres y mujeres de vario pinta fisonomías, ansiosos por entrar a ver la función.

 

Fragmento de “Circo y vida”, escrito por Óscar Martínez Molina.

 

 

Y es que ese es uno de los mejores aspectos del libro: las historias giran en torno a un tema que conocemos a la perfección porque fuimos niños y seguramente acudimos al circo en algún momento. Sabemos en qué mundo ocurren estas microhistorias con mujeres barbudas y payasos disparatados.

 

Pero los microcuentos no se quedan ahí, también nos encontramos con historias que plasman la realidad del circo sin la envoltura mágica de la infancia

 

 

[…] La veo pendiente de todo lo que pasa. Me recuerda a mí misma cuando me llevaron al circo, en ese entonces las trapecistas me parecieron tan valientes, además muy bonitas, sus trajes de lentejuelas, chaquiras y diamantinas eran símbolos de grandes lujos. Esta vez, muy a mi pesar, todo se me revela: animales flacos, trajes remendados, caras tristes de muchachas, algunas casi niñas que dan giros en el aire ¿Cuál será su historia? El espectáculo de tercera me arranca una lágrima; por suerte, entre risas […]

 

Fragmento de “Desde las gradas”, escrito por Azucena Franco.

 

 

Tal vez, para muchos la idea de 125 microtextos enfocados en el mismo tema resulte cansado, aquí es donde la función de lo inmediato y lo contundente entra. Pues a decir verdad, leer una antología de textos más grandes enfocados sólo en el circo seguramente resultaría cansado, pero al tratarse de minificción, al abordar el tema desde lo inmediato te deja con ganas de leer más.

 

Por eso es que, entre muchas otras cosas, la microficción ha tomado protagonismo: los tiempos tan vertiginosos que vivimos dan pauta a lo inmediato, que no debe ser sinónimo de sencillo.

 

 

¿Eh?

Por Günter Petrak

 

El evento esperado, espectaculares equilibristas, escapistas entrenados, en este espectáculo el elefante es enterrado, ebria ebullición, ébano ebúrneo, elocuente escaparate, ecléctico esperpento. En este económico –eximio, ecuménico- entretenimiento ecuestre, edificante edén, el entrenador echa el ecúleo educado, entre exclamaciones estentóreas, en edípico edredón.

El circo cierra sus puertas. La gente duerme.

 

 

Por último, la minificción anterior es para recomendarles que lean el libro acompañados de un diccionario, pues aunque ese texto fue creado con la intención de ser prácticamente incomprensible, la minificción, en su necesidad de ser contundente, le apuesta a palabras que engloben toda una explicación en unas cuantas letras, aunque a veces sean poco comunes.

 

Este género invita constantemente a ampliar las fronteras de nuestro vocabulario.

 

Vamos al circo es una gran demostración de la calidad de lo micro y los alcances que puede tener. Sin duda alguna un libro que se volverá indispensable en el género.

 

 

Vamos al circo, Agustín Monsreal y Fernando Sánchez Clelo, Fomento Editorial BUAP, Puebla, México, 2016.

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