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Hot Chip. Imagen Cortesía de José Luis Dávila.
Hot Chip. Imagen Cortesía de José Luis Dávila.

Por José Luis Dávila.

Pluralidad de voces, de sonidos, de formas en el espacio delante de los ojos que se llenan de color con cada nota que se intercala en la línea, la cual ya no es recta, sino enredada, entrecruzada con otras, atada a los pies de quienes bailan en la pista.

 Sí, la palabra es pluralidad. Extensa, vasta, panorámica. La pluralidad está encerrada en la redondez del mundo y al mismo tiempo la pluralidad hace al mundo, lo edifica con meticulosidad para que todas las piezas que parecen inadaptables tengan un lugar, porque todos pertenecemos a él, a pesar de que algunas veces se esté roto.

Los recuerdos también son parte de esta idea de pluralidad; de hecho, ellos, junto con los sueños, son el primer bastión de la pluralidad, pues no hay límites más que los marcados por la subjetividad: los recuerdos moldean el pasado y todas sus caras, los sueños hacen latentes las posibilidades futuras.

La pluralidad también es contraponer al Otro que no somos y aceptarlo. Aceptar que la alteridad no significa un fin, sino un comienzo de algo mayor. De una comunidad. Por eso volvemos al inicio: Los pies que bailan en la pista, las personas que mueven los cuerpos, sintiendo la música. Ellos son una comunidad más unida que cualquier otra.

Portada de In Our Heads de Hot Chip. Imagen cortesía de José Luis Dávila.
Portada de In Our Heads de Hot Chip. Imagen cortesía de José Luis Dávila.

No importa el motivo que tenga cada uno, porque ellos ya no son individuos. Se hace una elipsis de la subjetividad para que se logre la colectividad entorno a un solo culto: el ritmo.

Ahí es donde entra Hot Chip. Donde su nuevo disco (In Our Heads, 2012) explora. Porque todo el material está encausado al descubrimiento mágico de los ojos que se abren al mundo para dar cuenta de la globalidad de las emociones a través del vehículo que es la música. Se abren y curiosean por todas las imágenes que se les vienen encima y las convierten en pensamientos que comparten con otros ojos, igual de inquietos,  a los que se topan en medio de una pista.

Entonces, entre ambas miradas, se hace una esfera, y la esfera crece hasta incorporarlos a todos, hasta crear un mundo plural de sonidos en el mismo mundo.

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