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Mario Bellatin. Foto por Óscar Alarcón.
Mario Bellatin. Foto por Óscar Alarcón.

Por Óscar Alarcón.

La narración de Mario Bellatin siempre ha sido vertiginosa. No por la rapidez con la que escribe, sino por los temas, los personajes y los escenarios que aparecen y desaparecen en cada uno de sus libros.

Es el caso de El Libro Uruguayo de los Muertos (Sexto Piso, 2012), en donde lo mismo vemos a Sergio Pitol platicando con Mario mientras está convaleciente de fiebre, o un niño que sueña con una familia de toreros enanos.

El carácter de cada una de las obras Bellatin es de ruptura. Con El Libro Uruguayo de los Muertos, parece dar una mejor forma a lo que podríamos llamar su obra total: se ha alejado de escenarios terribles como los que aparecían en Salón de Belleza o La Jornada de la Mona y el Paciente, pero sólo es un alejamiento, pues no hay un abandono de los escenarios vitales aunque oscuros y trastornados, enfermos. A decir verdad, eso es lo que a mí me parece.

Y mi última aseveración tiene que ver con la subjetividad a la que Mario Bellatin quiere llegar —y llega— a tal grado de cada uno de los lectores jugará e irá construyendo lo que le plazca, lo que el subconsciente le mande, o lo cualquier otro tipo de lectura azarosa le permita edificar a partir de los textos propuestos por Bellatin.

Me explico: en esta reseña me gustaría remarcar la aparición de Sergio Pitol y los muñecos colocados como una instalación en La Habana; la biografía de Frida Kahlo y la aparición de una Frida que no es pintora; el escritor Duardo que escribe en Venetto —y para aquellos que conocen Chipilo sabrán a qué escritor se refiere Mario—; Franz Kafka y la enfermedad; el escritor Iván Thays a quien Sergio Pitol ayuda en un momento de emergencia; y sin duda, los perros de Mario Bellatin, destacando la aparición de Perezvon —el nombre viene de la novela Los Hermanos Karamazov de Dostoievsky—. Sin duda estos temas por sí solos podrían armar una novela aparte, sin embargo son sólo algunos de los temas que me llamaron la atención al hacer la lectura del texto, desconozco las razones del por qué me maravillaron estos temas.

Y es ahí donde radica la apuesta de El Libro Uruguayo de los Muertos, los (pre) textos que Bellatin ofrece sirven de guía para que cada lector construya a su agrado la obra, por lo tanto habrá tantos libros como lectores e interpretaciones pueda haber, ¿les suena familiar?

Pero no sólo a nivel literario sino que pueda ir más allá: me encantaría ver una instalación similar a la que se describe que ocurrió en La Habana; me agradaría ver al ciego que aparece en el libro y que da masajes en una de las estaciones más concurridas del metro en el D. F.

Mario Bellatin. Foto por Óscar Alarcón.
Mario Bellatin. Foto por Óscar Alarcón.

El Libro Uruguayo de los Muertos, contiene un plus, lo que lo hace aún más atractivo y rara avis: El Libro-fantasma de El Libro Uruguayo de los Muertos, el cual contiene una serie de fotografías —otro de los temas propuestos por Mario Bellatin en el primero— y textos realizados por ¿Mario Bellatin?; lo curioso del libro fantasma es que lo puedes o no encontrar en El Libro Uruguayo de los Muertos, una vez que lo hayas comprado. Lo ideal es que sí apareciera para concluir con el ciclo extraliterario planteado por el autor de Flores.

Si alguien busca renovaciones literarias, alejado de las etiquetas de “Nueva Generación”, El Libro Uruguayo de los Muertos es la puerta. Mario Bellatin no es el dueño de la casa, es quien abre y nos invita a pasar.

Twitter: @metaoscar

FB: /alarcontravolta

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