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Detalle de la portada de La Monalilia y sus estrellas colombianas de Nazul Aramayo
Detalle de la portada de La Monalilia y sus estrellas colombianas de Nazul Aramayo

 

Por Óscar Alarcón (@metaoscar)

 

Nazul Aramayo (Torreón, Coahuila, 1985), nos entrega un libro de cuentos divertido, con un lenguaje descarnado, que nos escupe a la cara la realidad: La Monalilia y sus estrellas colombianas.

 

Nos enfrentamos a seis historias que nos presentan la vida en Torreón, desde la perspectiva de jóvenes entre los 18 y los 28 años, quienes en la búsqueda de diversión se meten en líos, se burlan de sus iguales y desatan el resorte de la risa que nos invita a reflexionar sobre el motivo por el cual nos estamos riendo: nuestra realidad como espejo para recordar cómo fue que llegamos hasta aquí.

 

Pareciera un cliché comenzar el libro mientras se hace una parrillada. Pero no lo es. Es mera cotidianidad: asar carne en el norte es una forma de vida común, la familia se reúne los domingos o cualquier otro día —los pretextos sobran— y entonces se abren las Tecates o las Carta Blanca y comienza el cotilleo: la familia es un tiro al blanco en el que todos pasamos a que nos disparen. Los integrantes de la familia hacen un coro de burlas y sarcasmos mientras la carne roja se deja abrasar.

 

Portada La Monalilia y sus estrellas colombianas de Nazul Aramayo, foto de Óscar Alarcón para Neotraba
Portada La Monalilia y sus estrellas colombianas de Nazul Aramayo, foto de Óscar Alarcón para Neotraba

 

 

Con la escena con la que inicia el libro es como termina. No es un spoiler: la carne asada está presente en las historias que abren y cierran el libro —“Un poco de respeto” y “Éramos unos morritos”, en ambos cuentos la carne asada es una de las estrellas—. Los dos cuentos nos dibujan el árbol genealógico de un personaje que recorrerá el libro, ¿quién en México no tiene una familia problemática? El tío que acaba de salir de la cárcel, el primo con sobrepeso, el embarazo de nuestra novia.

 

Nazul Aramayo nos ofrece una visión particular de su Torreón:

 

 

“el llano donde vinimos a parar después de nueve meses fermentados en un vientre, así nomás expulsados al sol, vomitados a la intemperie, a la maquila, en serie, puro bisnes” (pág. 86)

 

 

Y es el sol el que acompaña a los personajes. Y las maquilas y el tedio. También se dejan querer por la fiesta y las drogas. Se dejan arrastrar por el abandono escolar y los embarazos tempranos. No es una lección de moral, esto es lo que ocurre todos los días.

 

Detalle de la portada La Monalilia y sus estrellas colombianas de Nazul Aramayo
Detalle de la portada La Monalilia y sus estrellas colombianas de Nazul Aramayo

 

 

El futbol también está presente: entre el Santos de Torreón y el América podemos ver cómo los personajes deambulan para hablar de un tema constante en el libro: el sexo, el cual también es una mona. Humedecemos una servilleta y dejamos que el aroma nos transporte en medio de las piernas de una mujer, al torso desnudo y tatuado de un hombre. Los personajes de Nazul se monean con sexo. Desatan la violencia y un puño se estrella en el ojo de sus personajes, quienes se levantan y ofrecen una sonrisa chimuela, producto de una golpiza anterior.

 

Y es que la euforia que produce la mona la mayoría de las veces desemboca en la búsqueda del contacto físico, ya sea antes, durante o posteriormente pues la cruda que ocasionan el thiner, el cemento o los pegamentos es mortal. Y por eso parece que es mejor permanecer moneado que sobrio.

 

Narrado con un ritmo vertiginoso, los cuentos son un knock out para el lector quien al despertar se preguntará “¿qué me pasó?, ¿la pequeña Lili fue producto de mi imaginación?, ¿los besos de mi novia con una de sus mejores amigas fueron reales o estaba moneando y no me di cuenta?”

 

Nazul Aramayo se echa un clavado al lenguaje, cachondea con las palabras, usa los giros más guarros, los que escuchamos en la calle y nos los presenta intactos en forma de cuento, tiene un enorme mérito pues no se nota impostada la voz de ninguno de los personajes: son reales y los podemos imaginar gracias a la construcción de un Torreón áspero, caluroso, encabronado.

 

 

La Monalilia y sus estrellas colombianas, se aleja de la pose y reclama su lugar en la literatura mexicana. No hay rock. No hay apología del narco. Pura vitalidad y demasiada soledad: debemos acostumbrarnos a los sacudimientos que tendrá el viaje: nos pasaron la mona y es hora de aspirar.

 

 

La Monalilia y sus estrellas colombianas, Nazul Aramayo, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2017.

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