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Portada de La novela del tranvía y otros cuentos de Manuel Gutiérrez Nájera foto de Mitzi Hernández
Portada de La novela del tranvía y otros cuentos de Manuel Gutiérrez Nájera foto de Mitzi Hernández

 

Por Iván Gómez (@sanchessinz)

 

En 1953 Juan Rulfo publica El llano en llamas, y con el paso del tiempo esa fecha quedaría marcada en la historia de la literatura mexicana; en 1954, Carlos Fuentes da a conocer Los días enmascarados, una de las primeras obras en tener una amplia recepción entre los lectores. Y poco a poco la literatura no sólo mexicana, sino hispana, gracias al llamado Boom, comienza a tomar los reflectores.

 

Hablar de lo anterior me lleva a plantear lo siguiente: quizá los autores mexicanos del siglo XIX no tuvieron la publicidad de la que gozaron los autores del siglo XX –ya que no existía ese concepto– pero tenemos autores destacados como Luis González Obregón, Manuel Payno, Manuel Acuña, José María Roa Bárcenas y Manuel Gutiérrez Nájera, quien es la causa de esta introducción.

 

“Pero en los días del gran calor su único alivio es bañarse por la noche en el estanque, bajo la fresca techumbre del follaje. Ese y no otro es su retiro. Julia es la hija de las aguas. Los juncos tienen para ella caricias y ternezas amorosas. El amor de mármol sonríe, cuando mira caer las ropas de niña y entra su cuerpo blanco al agua con la serenidad inalterable de una Diana que confía en la soledad y en el retiro. Su único cinturón lo forman los nenúfares […] Y cuando Julia nada blandamente con su espalda, tersa y láctea, fuera de las ondas, creyérasela un cisne blanco, que hinchando las flexibles alas, corre sin ruido.”

Fragmento del cuento “El baño de Julia”

 

Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895) fue un escritor conocido principalmente por sus cuentos “La novela del tranvía”, “La mañana de San Juan” y “La balada de año nuevo”. Si bien su vida no fue prolífica, su obra sí. Hasta la fecha, el escritor es muy bien recibido entre escritores y académicos mexicanos.

 

Dentro del vasto catálogo del Fondo de Cultura Económica se encuentra La novela del tranvía y otros cuentos (1984), compendio que reúne los cuentos más característicos de Gutiérrez Nájera, así como varios que hasta ese momento no habían sido recopilados, el resultado: 30 cuentos que hacen un libro que cumple –tal vez sin querer- una doble función: la de difundir la obra de unos de los escritores más activos y precoces (comenzó a publicar a los 16 años) del siglo XIX; y la de dar a conocer los lugares en los que publicó junto con sus varios pseudónimos y heterónimos; en periódicos como El nacional, El cronista de México, La libertad, El federalista, El Republicano y El partido Liberal se le publicaba muy seguido. Y entre los pseudónimos más frecuentes están M. can-can, El duque Job,  Pomponet e Ignotus.

 

“Sus pies descalzos y su traje en extremo usado, denotaban su pobreza, como la angustia de su alma las abundantes lagrimas que de sus ojos caían.”

Fragmento del cuento “La familia Estrada”

 

Con sus textos plasmó al México de su época, el que ya se mantenía bajo el mandato de Porfirio Díaz. Y así como lograba ironizar una pelea entre dos amantes clandestinos o una pareja de novios, sabía cómo crear historias que mostraran a la sociedad de esas fechas, y que aún existe. En sus cuentos bien podemos encontrarnos a una niña que llora porque perdió el dinero para cocinarle a su familia obrera como a un inglés que acude a lujosos convites.

 

El gran acierto en la obra de Gutiérrez Nájera es no amarrarse a un solo arco argumental o una temática narrativa. Lo cierto es que fue un hombre irreverente que lo mismo disfrutaba de hacer un monólogo chusco en el que él mismo se dirigiera al lector, como describir la tristeza de los personajes que se topan con la muerte. No le temblaba la pluma al momento de meterse en la piel de un hombre que escribe su carta suicida o de saber cómo actuarían dos hermanos pequeños que se ven envueltos en un trágico accidente. Crea personajes de mujeres adulteras y valientes, retrata a la ciudad de México carente de tanta población e incluso, su imaginación era tanta que, sin conocer Europa ni mucho menos Francia, sitúa ahí algunos de sus cuentos.

 

Gutiérrez Nájera hizo lo que quiso con su prosa, tiene bien merecido ser uno de los máximos referente del Modernismo. Sus textos con tintes románticos rozan con la poesía en prosa y en ocasiones sus tramas se centran tanto en los diálogos que de momento da la impresión al lector de estar parado frente una obra de teatro y no frente a un cuento. En “Un quid pro quo” y “Alberto y Luciana” la estructura de los diálogos se intensifica tanto que cuando el narrador menciona algo parece más bien una acotación, pues los personajes se sienten muy cerca, actuando.

 

“Era muy sano: Bebé no tenía nada. Pablo y Clara se miraban en él y se contaban por la noche sus travesuras y sus gracias, sin cansarse jamás. Pero una tarde Bebé no quiso corretear por el jardín; sintió frío; un dolor agudo se clavó en sus sienes y le pidió a su mamá que lo acostara. Bebé se acostó esa tarde y todavía no se levanta. Ahí están, a los pies de la cama, y esperándole, los botincitos que todavía conserva en la planta la arena humedecida del jardín.”

Fragmento del cuento “La balada de año nuevo”

 

Sin duda, hablar de Manuel Gutiérrez Nájera es hablar de una autor sin ataduras, irreverente, en pocas palabras: adelantado a su época.

 

El libro del que les hablo ya no se consigue nuevo, pero existen otras compilaciones de sus cuentos y muy probablemente se halle en librerías de viejo, la edición fue en coedición de la SEP y el tiraje constó de 50000 ejemplares.

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