¿Te gustó? ¡Comparte!
José Martí. Imagen cortesía de Andrea González.
José Martí. Imagen cortesía de Andrea González.

Por Andrea González.

Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías.

José Martí.

Existen diferentes perspectivas para pensar América Latina, ya sea en términos culturales, identitarios, de clases sociales o populismo. Sin embargo, otra propuesta, no menos importante, han sido los discursos generados durante el siglo XIX. Uno de los discursos que me parecen más atractivos es el proporcionado por José Martí, ya que su idea de emancipación considera como eje central el conocimiento.

A pesar de que la propuesta martiana pueda relacionarse con la idea platónica del conocimiento, y en consecuencia con el eurocentrismo, resulta necesario hacer hincapié en los elementos democratizadores de este conocimiento como medio de emancipación. Así, remitirnos al conocimiento conlleva necesariamente a una reflexión epistemológica, a partir del sujeto latinoamericano.

La primera reflexión epistemológica es el punto de escisión entre el conocimiento como forma de subordinación y el conocimiento con medio de emancipación. En consecuencia, Martí sostiene que es a partir del conocimiento generado por Europa y Estados Unidos, como se han creado los conceptos de civilización y barbarie, los cuales han sido utilizados, como medio para dominar a América Latina. Por ello, el ideólogo sostiene que “no hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza”.  Así, la ruptura más relevante que Martí establece en términos del modelo europeo, es el referente al modelo  evolucionista que estaba en auge durante ese siglo. El expresa que debemos, “pensar humanamente y no biológicamente”.

Ese “conocimiento” engendrado por las potencias no es un conocimiento per se, sino ideas dominantes. Estas ideas han generado una polarización entre los países latinoamericanos, y europeos, hecho que desemboca en  lo que comúnmente denominaríamos aldeas ideologías. Sin embargo, es necesaria esta polarización, ya que ésta implica el reconocimiento del ser latinoamericano.

Este reconocimiento crea el  fenómeno de la relativización de la razón.  Martí no rechaza la razón, por el contrario la alude en todas sus formas y expresa la necesidad de la misma para generar conocimiento. Sin embargo, el problema de la razón es que deviene una coyuntura de la dominación. Así, la base del conocimiento es la razón, pero “la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de unos sobre la razón campestre de otros”.

Es importante señalar que el conocimiento para Martí debe ser llevado a todos los sectores sociales. En un primer sector, se recalca la importancia de que los gobernantes adquieran el conocimiento necesario de su país. En este sentido, se remarca la necesidad de adquirir un conocimiento de América Latina y con ello dejar de importar las ideas que Europa nos ha proporcionado. Por ello, Martí en el discurso de Nuestra América se cuestiona ¿Cómo han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? Esta élite de poder, debe gobernar a partir de los elementos propios del país, lo que expresa la necesidad de una adaptación de la gobernabilidad, que debe llevarse a cabo a partir del conocimiento. Pero este conocimiento, no solo implica la gobernabilidad, sino el conocimiento de la realidad, la cual deja de ser una abstracción importada, para convertirse en una percepción objetiva.

A pesar de que Martí recalca la importancia de los gobernantes, también remarca la del pueblo, ya que las masas se encuentran subordinadas a partir de la falta de conocimiento. No podría afirmar de manera más tajante esto cuando sostiene que “trincheras de ideas, valen más que trincheras de piedras”. Por tanto, el hombre natural, tal como es definido por él, ha sido dominado por una supuesta inteligencia superior a la que tanto ha alabado, como consecuencia de su carencia identitaria. Por ello, deben hacer un intento por conocerse y para Martí la pregunta fundamental  que deben hacerse los pueblos es “¿Cómo somos?”.

Martí establece una relación dialéctica entre imitar y crear. Imitar es producto del conocimiento importado, el crear es producto del conocimiento de nuestra realidad. Por ello, insiste en el hecho de que “crear, es la palabra de pase de esta generación” Así, vemos que el análisis del conocimiento a partir de la élite gobernante y las masas expresa la necesidad de una creación, lo cual permite remitirnos a una reinvención del conocimiento latinoamericano. Esta capacidad, el mismo la expresó con la siguiente analogía “gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador”. Y este creador, en el reconocer y conocer Latinoamérica, conlleva a la verdad que hasta ahora ha sido ignorada por todos los sujetos latinoamericanos. Esta verdad depende de los aspectos de autodeterminación del individuo, tales como la voluntad. Martí sostuvo que “el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó”.

Quizá el acierto más grande Martí es la interrelación entre conocimiento y  praxis. De una manera lineal podríamos visualizar su pensamiento en una serie de etapas sucesivas: conocimiento, creación y praxis.  La praxis se encuentra ligada al hecho de que el conocer para Martí implica resolver. Él lo expresa en los siguientes términos “resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos”. Y esta resolución de problemas nos lleva a la emancipación de latinoamericana.  Es importante recalcar que el pensamiento para Martí no debe caracterizarse por la división sino por la unidad, la cual representaba una de sus principales divisas. Para él, la unidad no era sinónimo de homogeneización, ya que el propugnaba por una liberación. Sin embargo, en términos políticos destacaba su indispensabilidad como medio para el “éxito de todo programa político”.

De manera general el pensamiento martiano nos ofrece una ruptura epistemológica, una manera de liberarnos a partir del conocimiento. El conocimiento implica la relativización de la razón y en consecuencia el conocimiento de una realidad que los latinoamericanos han tratado de evadir. El conocimiento nos lleva a una recreación de los aspectos teóricos, pero sobre todo prácticos, y es en esta practicidad donde encontraremos la libertad. Para Martí “el problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu”.

¿Te gustó? ¡Comparte!