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The graduate. Imagen cortesía de Edgar Hoover.
The graduate. Imagen cortesía de Edgar Hoover.

Por Edgar Hoover.

“The graduate” no sería la película que reconocemos si faltara uno de tres elementos en ella presente: El argumento, el elenco y la banda sonora. Si bien, hoy es considerada un film de culto y no espanta a nadie que una mujer cuarentona seduzca a un chamaco recién iniciado en los frustrantes veinte, en su momento, ruborizó a moralistas empeñados en hacer de las buenas costumbres el pan suyo de cada día, mientras reflejó la libertad sexual a la cual se accedía cuando el amor era lo más cercano a una charola de viandas.

El argumento fue adaptado del libro homónimo, escrito por Charles Webb, y tuvo como actor principal a Dustin Huffman, un fulano de treinta años, quien apenas realizaba su segunda película sólo después de haber filmado, ese mismo 1967, “The tiger makes out”. Si la cara y complexión de posuniversitario encajaron con la personalidad de Hoffman, la mano del director —Mike Nichols— se dejó ver durante los momentos más sensuales del personaje, así como la desesperación ante la boda de Elaine Robinson (Katharine Ross), hija de la eterna “señora Robinson.

Ahora bien, si Kathy Ross se llevó grandes créditos por su papel, un tanto sutil e inocente, Anne Bancroft (Mrs. Robinson) inauguró el mito de la mujer moderna que a la postre habrá de conseguir todo lo que el ego y el poder sugieren con la seducción provocada por una espalda desnuda. Al final de cuentas, “The graduate” propone la fórmula amorosa por excelencia, en la que se involucran dos mujeres y un hombre, al puro estilo de “Dos mujeres, un camino”, claro que Laura León y Bibi Gaytán no se comparan con Ross y Bancroft, no sólo por el parentesco de sus personajes, sino por el atractivo que puede representar Hoffman dejándose imitar por Erik Estrada.

Después de la muerte de Marilyn Monroe, en 1962, el mito de la sensualidad quedó estancado y aunque Sofia Loren llenó un tanto el hueco de la rubia, durante la segunda mitad de los sesenta no hubo una “diva” que lograra detonar el sex appeal en el cine, hasta que Anne Bancroft retomó el carácter y seguridad que le dio éxito al cine italiano y que la propia Loren ajustó a su estilo.

No es por nada que esta nueva fórmula resultó provocadora en el mismo argumento, es decir, que una persona fuera seducida por alguien mayor comenzó a verse como un triunfo de la libertad sexual para esa juventud que iría alimentando al verano del amor, justo en ese 1967.

Ahora bien, en cuanto a la banda sonora, autor en su mayoría de las canciones aparecidas en la película, Paul Simon, en compañía de Art Garfunkel, ofrecen un delicado, pero fuerte, repertorio que intriga en las escenas de Nichols, al punto de favorecer el ambiente, un tanto nostálgico, que será necesario hacia el final. En el caso de Simon & Garfunkel, éstos se habían dado a conocer con su primer disco formal, llamado “Wednesday morning 3 AM”, tres años antes, y del cual se desprendía la que se convirtió en pieza de la banda sonora: “The sounds of silence”, con la peculiaridad de acompañarse sólo por una guitarra acústica.

Ya en 1966, con el título “Sounds of silence” apareció una nueva versión de su casi homónima, con la diferencia de la inclusión de metales y el doblaje de voces. De este material también se incluyó en la banda sonora “April come she will” y una tercera versión de la primera a capella y al estilo de su primera aparición. Ese mismo año, dentro de “Parsley, sage, Rosemary and thyme”, su tercer material, abrió “Scarborough fair/canticle” que, siguiendo la lógica, habría de incluirse en “The graduate”.

El esquema de esta suerte de complicación se rompe con “Mrs. Robinson”, que puede tomarse como inédita y aparecida primero en la película de Nichols (ganando el “Oscar” como mejor director) y también en “Bookends” (cuarto disco del dueto), durante 1968.

En todo caso, a 45 años de su aparición, “The graduate”, “El graduado” o, simplemente “Señora Robinson”, se convirtió en referente del mito que hoy más de uno sueña con ser objeto si la pregunta es más directa que cualquier señal que se ponga en frente: “Are you trying to seduce me, Mrs. Robinson?”

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