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Portada de Voces de Chernóbil de Svetlana Alexiévich, versión rusa, imagen tomada de https://www.litres.ru/static/bookimages/27/60/36/27603636.bin.dir/27603636.cover.jpg
Portada de Voces de Chernóbil de Svetlana Alexiévich, versión rusa, imagen tomada de https://www.litres.ru/static/bookimages/27/60/36/27603636.bin.dir/27603636.cover.jpg

 

Por Iván Gómez (@sanchessinz)

 

No me gusta sacar cuentas de cuánto demoro leyendo un libro, pero si la memoria no me falla me tardé alrededor de 2 meses leyendo Voces de Chernóbil de Svetlana Alexiévich, y fueron dos meses en perpetuo estado de náusea. Cada vez que llegaba la hora de leer evitaba a toda costa tomar el libro. Abría Whatsapp y le hablaba a alguien, me ponía a hacer mis reseñas, veía una película o simplemente me dormía, no quería ni ver el libro.

No es que sea un mal libro. Todo lo contrario. La propuesta de la autora es buena y leer a todas las personas que entrevistó resulta interesante, pero también devastador, muy, muy devastador.

 

 

Voces de Chernóbil es un libro que reúne los testimonios de diversas personas que resultaron afectadas directa o indirectamente por la explosión de un reactor en Ucrania. Los pobladores de la ciudad de Chernóbil y los alrededores fueron evacuados por siempre del lugar.

 

Svetlana se encargó de entrevistar a los evacuados, a los que clandestinamente se quedaron, a los militares que fueron reclutados para apoyar en el desalojo y resguardo de la ciudad, a los liquidadores, quienes se encargaban de —literalmente— enterrar la tierra debajo de la tierra y lavar las fachadas y los tejados para disminuir la radiación, a los cazadores que se encargaron de matar a todos los animales de la zona, y hasta a los niños que vivieron el accidente. Tantos testimonios lo hacen un libro terrible, que a ratos parece ficción.

 

Así que, continuando con mi experiencia, cuando acabé los tres capítulos que lo conforman fue como regresar de un infierno que vivirá por siempre en la historia. Comencé a leer el epílogo ya más tranquilo, creía que todo lo malo había acabado, pero no. Ese suspiro se apagó al avanzar la página, pues resulta que algunas zonas de Chernóbil son ahora lugares turísticos. ¡Carajo!

 

Recientemente platicaba con un amigo quien me comentaba sobre su lectura en turno: Bajo el cielo de ak-pulco de Federico Vite. Mi amigo comparaba la novela con el libro Marca de sangre, trabajo periodístico de Héctor de Mauleón en el que relata diversos asesinatos, cosa que también ocurre en la obra de Vite. La única diferencia, me decía, es que uno es literatura y el otro es pura realidad, porque las descripciones de los asesinatos son casi iguales.

 

 

Anteriormente me había dicho algo con lo que también concuerdo: la literatura hace un mundo más habitable. Y sí, hay una delgada, muy delgada línea entre la ficción y lo real, se llama literatura.

 

Por eso, aunque me alejé sólo dos meses de ella, estoy tratando de regresar poco a poco. Y no con esto digo que leer Voces de Chernóbil haya sido un error, al contrario. Creo que soy una persona distinta después de esa lectura, pero debí leerlo acompañado de un poco de literatura, así hubiera sentido menos fuerte el golpe.

 

Hubiera sido como romperte el corazón y amagar el dolor con un poco de ron.

 

 

A Iván también lo puedes leer en: https://vertederocultural.wordpress.com/

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