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Gabriel Macotela en su estudio, foto: Pascual Borzelli Iglesias
Gabriel Macotela en su estudio, foto: Pascual Borzelli Iglesias

 

Por Óscar Alarcón (@metaoscar)

Ciudad de México. 7 de septiembre de 2016

 

El jueves 8 de septiembre se presentó el catálogo de la exposición “Montar La Bestia”, en el Museo Nacional de Ferrocarriles en la ciudad de Puebla. Exposición que estará hasta el 27 de septiembre y que fue convocada por Gabriel Macotela, Mardonio Carballo y Demián Flores, para que artistas plásticos y poetas realizaran una obra haciendo alusión al viaje que los inmigrantes realizan en el tren que cruza México desde la frontera sur hasta llegar a la frontera con los Estados Unidos. El tren, mejor conocido como La Bestia, guarda historias y representa un reto para el inmigrante.

 

Óscar Alarcón. Hemos visto lo que ha ocurrido en nuestro país, acaba de renunciar el Secretario de Hacienda Luis Videgaray, y estamos atravesando por otro momento más de crisis, y con la exposición “Montar La Bestia”, que se lleva a cabo en el Museo Nacional de Ferrocarriles en Puebla ¿son estos los momentos que debe aprovechar el arte para acercarse a la gente?

Gabriel Macotela. Yo te digo algo: este gobierno ha sido terrible. Yo no veo la hora en la que acabe. Todas las cosas horribles que han pasado de violencia y de muertes en este asqueroso gobierno de Peña Nieto son inolvidables. Empezando por los maestros de Ayotzinapa, por todos lados ha sido horrible.

El problema de La Bestia lo pensé hace mucho, parte principalmente como un homenaje a los inmigrantes, y porque hace años hice una maqueta de un tren en escala, que está en Cuba en el Museo de La Habana, en una Bienal de esas de jóvenes —cuando era joven, imagínate— hace 30 años. Era una maqueta que daba vueltas a una ciudad abandonada, eterna. Quise retomar la idea de alguna manera, pensando en el tren La Bestia, que atraviesa todo México, y toda la bestialidad que se ha cometido con los inmigrantes.

¡Porque aparte de todo lo que pasa en México, todavía matamos a los inmigrantes! Es el colmo. No es posible que aparte de que los matan, no los cuidan, no los protegen, les valen madre. Yo nunca he sentido un coraje y una desazón de mi vida en México como ahora, ni de joven. Porque a mí no me tocó el ’68. Yo tendría 15 años y no me enteré del ’68 realmente. Y en parte porque mi padre no nos dejaba salir a la calle, me enteré años después.

Pero creo que no es comparable lo que ahora tenemos. Los sucesos del ’68 se quedan pequeños. Son miles de muertes, de gente desaparecida, de todo tipo. Y no existía la condición de gobernadores y narcotráfico, no existían las muertas de Juárez, la trata de gente, una bestialidad. No hay manera en México. No había tanta inmigración. Todo lo que ha sucedido de los 50 años del ’68 para acá ha sido una descomposición política terrible, un agotamiento de los partidos políticos, asquerosa, de proyecto, da lo mismo un partido que el otro, se ha juntado todo. Se está juntando todo: el petróleo, ve lo que ha hecho Peña Nieto y lo que viene. Es un desastre.

No quiero ser pesimista, negativo, pero sí está cabrón.

 

ÓA. ¿Entonces el arte en México tiene que dar esa esperanza a la gente?

GM. Sí… bueno, se supone, porque hay mucha parte del arte contemporáneo que no es crítica. Ni reflexiona.

 

 

Obras de Jeshua Sicardo, Carlos Soto y Carlos Marín Campos, en la exposición Montar La Bestia
Obras de Jeshua Sicardo, Carlos Soto y Carlos Marín Campos, en la exposición Montar La Bestia

 

ÓA. ¿Está obligado el arte a reflexionar sobre esto?

GM. Yo creo. Mira, si tú eres un artista holandés y vives en Holanda: nunca hay un muerto, nunca hay un secuestro, nunca hay injusticia, hay leyes, no hay impunidad, no hay pobres… no hay trata de gente, de mujeres, no hay corrupción. Si eres holandés y artista no te preocupas de pintar esto.

 

Claro que un artista tiene que estar viendo el mundo pero no es lo mismo ser un artista mexicano y ser pasivo y no consciente de eso. Y muchos sí lo son. No son conscientes. Están dedicados a un snobismo y a un comercio de arte vacío, sin contenido. Muchos. No estoy generalizando. Pero sí hay un snobismo en el arte contemporáneo, alejado de todo esto. A mí sí se hace crítico.

 

Yo pertenezco al Grupo SUMA, de San Carlos de los ’70, desde el principio cuestionábamos todo. No es una obligación tampoco pero sí creo que los artistas tenemos que reflexionar porque si no, estamos jodidos.

Sí creo que es una obligación. Creo que no hay argumento posible en contra. No puedes negarlo o vivir ajeno a eso y nada más andar en el bluff del arte contemporáneo, y la cuestión esnobista se ha sofisticado. No, no se puede. Yo creo.

 

ÓA. El trabajo que realizó en La Habana, que lo lleva a hacer la exposición “Montar La Bestia” lo lleva a romper fronteras pues incorpora otras disciplinas como la poesía, ¿cuáles son las formas para romper fronteras en el arte?

GM. Lo acabas de contestar tú. Cuando nos juntamos Mardonio Carballo y Demián Flores a partir de mi maqueta, a ellos se les ocurrió invitar a los poetas y hacer los bastidores.

Empezamos a invitar a pintores jóvenes y viejos, de todo. Nos faltan todavía muchos poetas y muchos pintores. La idea es agrandar. Y que recorra el país. Después de Puebla viene al D. F., luego va a Zacatecas. Ya estuvo en Oaxaca.

Ahora se juntaron unos moneros, caricaturistas, con Mardonio en el café Raíz. Es un café de la hermana de Mardonio y ahí nos reunimos todos. Ahí están expuestos los moneros.

No podemos dejar de ver a Magú, El Fisgón, Hernández, Helguera, sobre todo a ellos que son importantísimos. Creo que a veces ellos son más importantes que todo el periódico.

 

ÓA. Conocemos de su trabajo en una obra monumental como “La mujer chimenea”, ¿hay alguna migración de las artes que le gustaría experimentar, alguna frontera que le gustaría romper?

GM. Estamos pensando en incluir a la música en la exposición “Montar La Bestia”.

Y de manera personal acabo de estar en Oaxaca, en Etla, por invitación de Toledo. También hicimos ahí lo de los inmigrantes y lo de los artesanos. Una parte más bien dedicada a los inmigrantes mexicanos a parte de los inmigrantes centroamericanos.

 

La migración mexicana es la segunda más grande del mundo después de la India, eso es algo terrible. Eso es lo que ha salvado a México de que no explote: la inmigración, y del dinero que mandan, si no, no viviríamos. Queremos incluir a fotógrafos en el tema de la inmigración.

 

Después iré a San Luis Potosí, daré un taller en la Escuela del Centro de las Artes, en Aguascalientes, con los chavos veo, hablamos de esto. Esa es una forma de inmigración. Zacatecas. Ahora voy a Hermosillo, Sonora a trabajar y dar un taller. Voy a ir a Torreón a dar un taller de grabado a un grupo de jóvenes que me invitaron, se llama “Cactus”.

Tratas de contaminar a todos que sigan los temas. Están muy abandonados allá. No tienen espacios para exponer, no tienen materiales. Ya sabes, es un desastre nuestra cultura, no tiene espacios adecuados. Se centraliza todo.

 

 

Obras de Kalako y Gustavo Monroy en la exposición Montar La Bestia, foto Óscar Alarcón
Obras de Kalako y Gustavo Monroy en la exposición Montar La Bestia, foto Óscar Alarcón

 

ÓA. Con la visita de Donald Trump a México tendríamos que pensar que nosotros también tendríamos que abrir la frontera sur, ¿“Montar La Bestia” tendría que ser un llamado de atención para ver las condiciones de los otros inmigrantes?

GM. ¡Claro! La única esperanza que tenemos es que acabe este gobierno, yo no sé cómo chingados porque faltan dos años. Tenemos que juntarnos ya, la gente, la sociedad civil, las ONG’s… No sabemos qué hacer, por más que organizamos cosas, esto que estás diciendo es muy importante. No sé cómo, no te puedo mentir pero tenemos que concretar, tenemos que pensarlo, estudiarlo y ver qué hacemos.

Yo espero que no llegue este pinche loco de Trump al poder. Es un fenómeno increíble que la gente lo apoye. También los gringos ya están hartos de nosotros y salió todo ese racismo y xenofobia de los gringos, ¡madre mía, estamos aterrados! Y la torpeza de haberlo invitado es inenarrable, ¿cómo es posible?

Ayer vi algo que no me esperaba, Carlos Marín entrevistó a Peña Nieto —es horrendo periodista, yo paso— le dijo algo que yo me quedé ¡Órale!: “oiga usted dejó que viniera y escupiera en su casa y usted no dijo nada”. Como yo odio al cabrón de Marín y más a Peña Nieto no quise ver el programa. Se quedó todo apendejado pero así le dijo.

 

ÓA. ¿En ese sentido es el arte el único resquicio de fe que tenemos para que el país mejore?

 

GM. No, no, no. Yo creo que es un pequeño grano de arena, de hacer conciencia. Aparte del arte tiene que haber es la actitud civil de la gente. Reaccionar, de no ser pasivo, hacer otro tipo de acciones aparte del arte.

 

Tenemos un problema cultural muy fuerte, por más que la pintura esté en una galería, en un museíto, eso no va a mover nada. Van los que les gusta y punto.

Se necesitan acciones mucho más grandes, masivas. Es lo que yo creo. No creo que el arte sea capaza de transformar esto que está pasando. Es una ayuda importante pero nos rebasa lo otro. Eso es a lo que estamos llegando. Y la gente, obviamente, se inventa cosas para vivir como sea… para sobrevivir. La gente mexicana tiene eso: voy a pueblitos de Oaxaca, con indígenas, campesinos y la gente manda todo a la chingada, no quiere saber nada. Inventa sus maneras de sobrevivir y aparte de todo lo hace con gusto, felices. No tenemos gente deprimida como en otras partes del mundo.

Cada vez que vas a Oaxaca están echando fiesta y peda, a pesar de cómo esté todo. En Sonora, Chihuahua, Chiapas, tenemos esa cosa mexicana. Eso nos salva mucho, de comer lo que sea. Eso es muy padre de México. Eso nos hace coincidir con la gente de la India, de África porque si la gente de Alemania o Noruega viera lo que nos está pasando se deprimiría y se suicidaría, con un clima de la re chingada, de inviernos de medio año. Esa gente no sabe, nunca se va a enterar realmente de la esencia de esto. Viven en otra realidad, en el primer mundo. Cualquier cosa les afecta y se deprimen. Y a nosotros no. A pesar de lo que nos pasa ahí estamos intentándole y chingándole.

Fui a Holanda con Gustavo Pérez, el ceramista, porque él estudió allá, en Breda, un pueblo cerca de Ámsterdam y llegamos a una casa de amigos de él, jóvenes pintores, con un mega departamento precioso, minimalista, no había un cuadro colgado, todo blanco. Y nos tomamos un vino y yo medio entonadón les dije: “¿por qué no ponen cuadros?”, en uno de esos edificios diseñados por Mondrian, unos grandes ventanales que daban a jardines, y dicen “no, porque nos contaminan visualmente”. ¡Órale!, imagínate el grado de sofisticación. ¿Tú crees que van a entender una realidad como la que nos pasa? Y la comida: “es que sembramos todo en la azotea, con agua de no sé qué”, y si vieran lo que come un campesino acá, se mueren al otro día: “una birria con un chingo de chile y un tequila”. Todo era exageradamente vegano. Y entonces dices “ay no mames, cabrón”.

Allá por ser pintor te mantiene el estado, sólo tienes obligación de darles clases a niños, la mujer estaba embarazada, el gobierno te mantiene por tener un hijo.

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