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Franco Félix, foto por Óscar Alarcón
Franco Félix, foto por Óscar Alarcón

“Me encanta que la gente esté loca, que la gente tenga estas fascinaciones y estas obsesiones, creo que todos las tenemos.”

 

Entrevista a Franco Félix

Por Óscar Alarcón

Franco Félix estuvo en la ciudad de Puebla para presentar Kafka en traje de baño (Nitro Press, 2015). Presentó su libro de crónicas con los alumnos de la Preparatoria Emiliano Zapata de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Una charla amena, llena de humor que nos hizo viajar no sólo a Hermosillo sino a Argentina y a la locura.

 

Óscar Alarcón. Platícanos cómo surgió Kafka en traje de baño.

Franco Félix. En Hermosillo no pasa mucho, no hay grandes escritores, no hay esta belleza arquitectónica como hay en Puebla, lo único que tenemos que hacer es contar chistes. Estamos diciendo mentiras, somos muy mentirosos, excusados por la idea de que la mentira es literaria.

En una ocasión, bajo esta idea de que no pasa nada, en una fiesta un chavo dijo “Hola, yo soy pariente de Franz Kafka”, jajajaja nos reímos todos, ¡qué tonto! Me pareció que la sola idea de que hubiera un pariente en Hermosillo, donde no hay nada, me pareció un motivo suficiente para realizar un texto ficticio. El calor también me ha hecho daño a mí, por supuesto y me obsesioné pensando que sí tenía que haber un pariente de Kafka, porque sí tenía que haber. Me pasé siete años investigando, dando vueltas, yendo de aquí para allá. Me encontré a los parientes de Kafka que viven en la Ciudad de México, son unos millonarios que tienen una gran colección de arte y una pastelería.

Muy curioso porque vinieron en un barco, la señora que es la sobrina de Kafka, pelando papas y ahora aquí son millonarios y dueños de grandes cadenas de pastelillos. Yo creo que eso fue la absurda idea de querer que algo pasara en Hermosillo, fue el pretexto querer tomar una mentira y volverla realidad hasta que sucedió… Fue una suerte que sucediera, porque también si digo “ahora quiero que haya un pariente de Beckett”, no va a pasar.

 

Franco Félix, foto por Óscar Alarcón
Franco Félix, foto por Óscar Alarcón

 

ÓA. Para esta investigación, ¿qué tan importantes son las redes sociales? Vemos que dentro del libro aparecen muchas pláticas a través del Facebook con estas personas, ¿es primordial trabajar en las redes sociales o todo debe hacerse en investigación de campo? Por ejemplo Twitter…

FF. Yo me enteré de esta pastelería por un tuitazo, esta niña puso “me estoy comiendo un pan Kafka en la pastelería Bondy”, después descubro que esa pastelería es de los descendientes de Kafka y a uno de los panes le ponen así. Cuando yo empecé queriendo volver realidad esta broma no se usaba tan obsesivamente el Facebook como ahora. Estaba el rumor sobre el chavo que decía que era pariente de Kakfa: “se apellida Manteca, ¡¿cómo?! ¿Manteca y Kafka?, ¿cómo llegó Kafka a convertirse en Manteca?” No los encontraba por ningún lado hasta que justamente se me ocurrió con el tiempo buscarlo en Facebook, ya cuando se estaba usando más.

Puse su nombre “Omar Manteca” y salió un amigo en común. Lo agregué y le puse “hola, soy un tipo muy raro, te voy a hacer preguntas muy raras, ¿eres pariente de Kafka, es cierto?” y me contesta: “sí, tengo entendido que sí, ¿por qué si no es indiscreción?” Es que es que estamos hablando de uno de los mejores escritores que ha tenido la literatura y si eres pariente de Kafka, dime algo, cuéntame todo lo que puedas… No, no puedo contarte nada, mejor con mi hermano. Entonces ya me platico con su hermano y él me dice: “sí yo creo que soy pariente de él pero estoy avergonzado por eso” y entonces se iba poniendo cada vez más crítico el asunto.

¿Por qué un pariente de Kafka en Hermosillo no siente una especie de satisfacción sino todo lo contrario? —recuerden el calor en Hermosillo que cuece las neuronas—, me dice que no puede contarme y me pasa el Face de su tía. Platico con toda la familia y ninguno quiere contarme, pero gracias a esta obsesión de estar fregándolos voy descubriendo cosas externas a esta familia. Al final no sé si sean parientes de Kafka, ya no me importa porque encontré otros… Habría dos parientes de Kafka y eso es todavía más bonito, tendría que sacar otro libro.

Conforme avanza el tiempo me voy apropiando de ciertas redes sociales, en 2008 creo que el Twitter no existía. Poco a poco las voy utilizando más. Ya casi nadie manda mails, yo mando uno y se tardan una semana en contestar, y nada más pongo en Facebook “Hola” e inmediatamente ponen “Ey, hola, ¿cómo estás?” Todo es más inmediato gracias a las redes sociales, eso ha facilitado muchísimo. Creo que habré gente realmente lista, no como yo, que sepa usar las redes sociales para la investigación. Esto es un chiste que se vuelve realidad y va por ahí.

 

El tono del libro es así: nos reímos, estoy diciendo cosas serias pero también es como un chiste.

 

Me crees o no me crees, yo siempre invento nombres de libros y de escritores, y entonces tengo que poner pies de páginas: “esto es un invento, esto es falso” porque me vayan a acusar de fraude.

 

Franco Félix, foto por Óscar Alarcón
Franco Félix, foto por Óscar Alarcón

 

ÓA. ¿La figura de Kafka te ha acarreado problemas con los investigadores muy sesudos, y ahora con la portada en donde aparece en traje de baño, por desacralizar la imagen de Franz?

FF. Sí, y justamente en Facebook. Ya he visto al que hace memes, pone por ahí: “Ya los títulos de ahora no tienen respeto” y bueno yo no sé si un día en el futuro voy a morir en 2017 o algo así, y en el 2020 el título sea Franco come nieve o algo así, no me va a importar, aunque tampoco tengo el prestigio de Kafka. Pero se toman muy en serio. Hay una figura del escritor y de la literatura que es muy aburrida, todo tiene que ser muy formal, se defienden esas posturas.

¡Kafka es una de las personas más chistosas que hay! Su literatura es muy chistosa. Hay muy poca gente que puede leer el humor en Kafka. La metamorfosis es el libro que más se ha leído, en la escena en donde le tiran la manzana y se le queda clavada en la espalda a mí me mató de risa… Pero sí es muy triste ver cómo un sujeto está atormentado en la cáscara del bicho.

En El castillo hay mucho humor. Es como si yo llegara a Puebla y quiero dormir en un hotel y ya cuando me voy a acostar me pegan una patada y yo pregunto “¿por qué? Porque no puedes dormir. ¿Pero por qué? Pues porque tienes que pedir permiso al Castillo, a la Universidad antes de que te puedas dormir. ¿No puedo dormir? No, hasta que te dejen dormir”, y es como una cosa rarísima, es un ambiente rarísimo. David Foster Wallace tiene una lectura sobre Kafka que dice que la cosa con Kafka es que no te explica que te acaba de contar un chiste, porque si cuentas un chiste y lo explicas matas el chiste y matas todo. Se llama texto exformativo, es toda la información que eliminas para que funcione el chiste. Así funciona Kafka, hay mucha gracia en él, no creo que si le dijera que le puse un traje de baño me pegue un puñetazo, no creo. No creo que vaya a pasar más allá de un berrinche de un sesudo y la verdad me importa un bledo.

 

Se pueden tomar ciertas figuras y tonalidades y modificarlas en beneficio de la lectura de esos autores, eso es lo que estoy haciendo.

 

 

Franco Félix, foto por Óscar Alarcón
Franco Félix, foto por Óscar Alarcón

 

ÓA. Hay mucha ironía en el libro que se pone de manifiesto, el hecho de que Kafka muera antes de la Guerra Mundial y que sus hermanas padezcan en los campos de concentración, nos hace pensar “qué mal que se murió Kafka, pero si no se moría de una pulmonía lo iban a matar en un campo de concentración”, lo cual no deja de ser un humor bastante negro, ¿cómo está trazado el humor en tu libro?

FF. Otra cosa: lo del traje de baño, en Hermosillo lo único que puedes hacer es ir a la playa y usamos el traje de baño. Somos como un 1 millón de personas en Hermosillo y cuando vamos a la playa andamos en traje de baño con rayitas como el de la portada. Si Kafka vivió en Sonora ¿a dónde se iba a divertir? Pues a la playa y ahí lo pongo. Es recurrente que en mis sueños aparezca Kafka en traje de baño diciéndome cosas todo el tiempo. Entonces quizá no estoy soñando y es una alucinación… Es el calor.

Las tres crónicas que integran el libro están infectadas de humor. Me parece que hay una nostalgia detrás de la risa. Uno se ríe y en su contraparte hay un costado muy melancólico. Creo que no solo en la literatura sino en la forma de ver la vida. Lo único que tengo es el humor. Vivimos en un país atormentado por masacres y noticias dolorosas, y lo único que uno puede tener es la parte íntima, la parte interiorizada porque el exterior está hecho un desastre, es un caos. Lo único que trata uno es de ver con humor las cosas, sin caer en esta cosa positiva y optimista, más bien una pequeña locura. Todos tenemos nuestras propias locuras, vamos por la calle y volteas a un lado y está pasando algo raro, la cosa es que casi no prestamos atención porque estamos muy ocupados pensando en que tengo que hacer la tarea o que tengo que trabajar para esto, tengo que ver este capítulo de Game of Thrones, tenemos una línea bien identificada.

Hemos perdido la capacidad de observar, y ahora todos estamos viendo la pantallita. Cuando levantas la cabeza, lo que está sucediendo aquí afuera es intenso, yo creo que cada persona tiene un potencial tremendo para hacer absurdo y raro. Los veo a ustedes y me imagino cosas. Eso pasa en las crónicas, en la segunda crónica me pasé como un mes siguiendo a un niño con autismo, ¿un niño? Bueno, tiene mi edad que soy un poco niño. Es un primo mío que siempre fue el niño rarito de la familia, y en algún momento te das cuenta de que es una persona y tiene una vida y tiene muchísimo que generar y muchísimas posibilidades. Lo tratan como si fuera un niño ciego pero sólo tiene autismo. El chavo tiene una vida muy estricta, hace las mismas cosas todos los días y es muy independiente, por ahí vienen la foto. Tiene un aspecto raro, es muy cabezón, una mandíbula grande, la gente se asusta porque es muy tosco, anda con una muñeca Barbie todo el tiempo, es bien raro… Y es mi familiar.

Su papá todos los días le compra una barrita de plastilina y viste a sus muñecas. Aparte es muy avanzado, muy vanguardista en los géneros sexuales: viste a las Barbies de Transformers, por dentro soy femenina y por fuera soy un ser muy masculino y de acero y los congela. Su papá terminó consumido por el niño, él generó toda una casa de juegos, abres los cajones y en lugar de haber tenedores hay muñecos y carritos, no hay comida. Tiene un videojuego descompuesto y siempre está jugando en la oscuridad, no se ve, y gana o no sé si gana el otro, no lo sabemos pero alguien gana y eso es lo importante, nunca queda empate. Todo es una locura increíble. Me encanta que la gente esté loca, que la gente tenga estas fascinaciones y estas obsesiones, creo que todos las tenemos.

 

Cada uno de ustedes la tiene sólo que para ustedes es muy normal, estoy seguro que si les preguntamos ¿por qué haces eso? No lo saben.

Por ahí va la idea del humor, es ver, abrir los ojos a esta cosa absurda que está delante de nosotros y jugar con eso, reírnos. Son tres crónicas que van por ahí. Para empezar son temas descabellados: una es sobre un familiar de Kafka en Hermosillo, otra es sobre un niño con autismo —un niño otra vez—, y en la tercera me interné en un manicomio para buscar una momia —no fue tan difícil que me internaran—, fui a una consulta y me dejaron ahí como cinco días.

Fue muy divertida la experiencia, por un momento me quedé pensando “creo que sí estoy loco”, estás rodeado de gente que está clínicamente loca y te asustas porque te das cuenta de que la barrera entra la locura y la cordura es muy finísima, porque aparte no fue en México fue en Argentina, no había nadie que me sacara. Por ahí tuve un plan, le dije a una coreógrafa que si en 15 días no volvía hiciera algo, que me sacara.

Pasó algo raro, kafkiano. El guardia me preguntó si había rap en México, me decía “contáme, che, decíme bandas para buscarlas en Youtube” y yo le decía “Rip Pap Cluc” porque no conozco a ninguna banda, el rap es uno de mis peores enemigos. Y él me decía “pero me vas a traer un cd con las bandas” y yo le decía que sí, y no sabía qué hacer si rapear o seguir inventando bandas. Fue así como me hice amigo de él, después puse en Facebook “amigos, por favor ayúdenme, díganme nombres de bandas de rap”, ni siquiera sé si se dicen “bandas de rap”, me pusieron nombres y creo que no pasé de la segunda canción, preferí ser una mala persona mexicana y no hice el disco, no soporté escucharlas, porque para hacer el disco tenía que escucharlas y eso significaba lastimar mi espíritu.

 

Franco Félix y alumnos de la prepa Zapata, foto por Óscar Alarcón
Franco Félix y alumnos de la prepa Zapata, foto por Óscar Alarcón

 

ÓA. ¿Cómo llevas esta división tajante que dice que el periodismo no puede ser literatura?

FF. Yo no soy periodista para empezar, estos textos no son para que tú aprendas sobre el autismo, sobre la locura o la genealogía de Kafka. No podría estipularlo como periodista. Pero sí creo que ahora se están reventando las barreras entre los géneros, hay muchos géneros híbridos en donde se escribe una crónica y de repente aparece un poema, y se hace un cuento y una noticia. A mí no me parece genial eso, me parece que se permite porque se está mezclando la información.

Uno entiende mejor lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial leyendo libros que tratan sobre eso que con libros de Historia. Uno se acuerda más viendo la película de El Álamo que con la historia. Me parece que estos recursos se deben de aprovechar siempre, es un compromiso de nosotros como generación: “no me dejes todo tan fácil”. Me encanta que se genere un discurso literario. Hay muchos periodistas que lo hacen: Osorno, Almazán, es literatura profunda y es periodismo. Creo que debe seguir funcionando esto.

Yo no tengo la aspiración de ser periodista. ¿A quién le interesa una momia en un manicomio? Esa no es una noticia, para nadie, para mí nomás. Para ser un periodista debes ofrecer información que le interese a una generación y yo siempre hablo de cosas absurdas.

 

 

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