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Federico Vite foto por Óscar Alarcón
Federico Vite foto por Óscar Alarcón

 

Por Óscar Alarcón (@metaoscar)

 

19 de febrero de 2016

 

El autor de la novela Fisuras en el continente literario (Tierra Adentro, 2006) la cual generó polémica por llevar a la figura de Octavio Paz a los terrenos de la sátira; de los libros de relatos Carne de Cañón (Cuadrivio, 2015), Cinco maneras de incendiarse (Editorial Praxis, 2015), estuvo en la ciudad de Puebla para presentar su novela Carácter (Monte Carmelo, 2015), en Profética Casa de Lectura. Horas antes de la presentación platicamos con Vite, quien vivió en Puebla donde trabajó para algunos periódicos, y por ello la ciudad no le es ajena, por el contrario, parece sentirse cómodo reencontrándose con algunas calles, edificios y sobre todo con buenos amigos.

 

Óscar Alarcón. ¿Para qué escribir literatura y publicarla en este momento?, pues mucha gente tiene donde subir sus textos en una bitácora en línea, y tenemos televisión, televisión por internet, Facebook, Twitter.

Federico Vite. En términos generales, los medios que me refieres llevan un chingo de prisa, y algo que nos permite hacer libros —ya no sé si literatura— es que te obliga a ir a contracorriente, es decir, calmarte, pensar dos o tres veces lo que estás poniendo en papel.

Me parece como ejercicio no sólo de decantar ideas, funciona muy bien para entender tu entorno, pues finalmente te clavas en un libro que es un proyecto de dos o dos años y medio, más o menos, dependiendo el volumen: te obliga a estacionarte un buen rato en eso.

El resto de los medios te obliga a acelerar el proceso, creo que en eso está la diferencia y además se comparte mucha información que luego no se digiere bien. En los libros no estás obligado a decantar eso, si lo haces, me parece que no estás haciendo bien tu trabajo, no estás abriendo bien el engranaje para dialogar con otros autores y otras lecturas.

No hay nada nuevo: en lugar de levantarte te encierras en ti. Creo que el resto de los medios no te propicia ese efecto.

 

ÓA. Me llama mucho la atención que tus tres libros Cinco maneras de incendiarse, Carne de Cañón y Carácter sean de septiembre de 2015, o por lo menos esa es su fecha de publicación, ¿cómo es tu relación con las editoriales?

FV. Y que los tres empiecen con C. En realidad todo es una gran casualidad. De hecho hay un cuarto libro que me lo iban a entregar en octubre, y que apenas va a llegar de Querétaro, en realidad serían cuatro. Todos son de edades distintas.

Carácter se empieza a escribir hace 15 años, lo mandé a un concurso, ganó, se tardó 6 años, se publicó y no me informaron. Me regreso a Acapulco, voy a la Casa de Cultura y vienen llegando los libros. El de Praxis, tiran la editorial Praxis… entonces me preocupo un poco porque van varias editoriales en donde publico y que se cierran. Me da cosa.

Praxis me manda los libros en la misma fecha, Cuadrivio me notifica que ya está impreso también en la misma fecha, es decir fue una serie de casualidades. Todos están escritos en etapas distintas, tienen preocupaciones distintas. Lo curioso es que todos dialogan sobre el mismo asunto: una autoexploración que tiene ventanas a la masculinidad, y otras a la zona geográfica que estoy tratando de definir.

Todos refieren una vuelta a Acapulco, y lo curioso es que cuando yo los recibo ya estoy de vuelta en Acapulco.

Carácter se empezó en el D. F., Carne de Cañón aquí en Puebla, Cinco maneras de incendiarse en carretera, ir y venir, una parte en Puebla, en D. F., Michoacán, Acapulco. Escribirlos fue como una oficina, pero todos refieren al mismo punto de manera inconsciente. Ahora descubro que había algo que querían decirme y que sigo sin saber exactamente cómo.

 

ÓA. Tienes una relación con Acapulco como de casa-madre, casa-útero, las vueltas que tienes a Acapulco, ¿cuál es la relación que tienes con el puerto?

FV. Absoluta. Es una relación de amor-odio. La forma de explicarlo es si te peleas con la ciudad. Yo me escapo muy chavo de allá, decido dar un rol por el país y escaparme del país porque sentía que Acapulco no me estaba dando lo que yo necesitaba: la noción de formarse, iba y venía. Y al final yo terminé involucrado con un distanciamiento absoluto.

De pronto regreso —te estoy hablando del regreso de ahora, no como esos regresos que eran por dos semanas—, llevo siete meses allá, estoy pegado a la familia. La relación es muy violenta porque estoy constantemente reconstruyendo las partes que me hicieron feliz de allá y ya no existen, y las que existen están muy manoseadas. Estoy re construyendo mi ciudad. Y en la medida en que eso pasa me doy cuenta de que la forma de fabularlo es la única que tengo para ejercitar mis emociones.

Es curioso porque estando ahí sigo pensando como si no estuviera, como si escribiera desde fuera: esto ya no existe, y ya no existe.

Acapulco me cambió la vida en todos los aspectos: crecer nadando no es lo mismo que crecer rodeado de nopales y de magueyes, te hace de forma distinta, la sexualidad es distinta, me ha costado mucho trabajo acoplarme.

Por ejemplo mi estancia en Puebla, al principio me costó mucho, es muy extraña porque al principio yo tocaba a alguien y se hacían para atrás, y a mí eso me parecía muy normal. Es una condición que he tratado de atenuar y a veces ya hasta me siento raro porque al llegar allá si me tratan de abrazar digo “ah caray”, finalmente es una forma de tocar al mundo y sobre ese ejercicio estoy trabajando siempre.

Es como si fuera mi madre. Mi madre es de allá, mi abuela fue de allá, mi hermana es de allá, la gente que amo de alguna otra manera está allá. Es muy difícil que me salga de eso.

 

Y aparte, esencialmente en este negocio, si piensas en la cantidad de libros que se han escrito sobre Acapulco, la mayoría sólo trata un asunto paisajista. Salvo contadas ocasiones… Hay un libro de un tipo que es italiano que se apellida Piperno que retrata un poco este Acapulco que está golpeando todo el tiempo con no sólo ser turista de sí mismo. Szymborska tiene una serie de poemas en Acapulco. Hay otro escritor alemán que bordea un Acapulco que no ven los latinoamericanos, que no ven los norteamericanos.

 

Truman Capote, Lowry tiene una larga estancia allá, y retrató una parte de Acapulco que es muy curiosa; creo que el que más se acerca es Garibay y es curioso cómo llega a Acapulco —pide prestada una casa— pero él le dio la vuelta no sólo es el paisaje sino la forma de vivir de estas personas que se hacen llamar acapulqueños y casi nunca aparecen. Por preocupación estética quisiera bordear este asunto.

 

ÓA. A propósito de los temas violentos, como novelista, ¿se te impone el tema del narco?

FV. No la noción del narco como una institución sino como una indagación estética. Piensa en la cantidad de libros que hay sobre una plataforma narrativa que proyecta estereotipos del narco y vas a encontrarte un chingo, piensa en una, ya sea un cuento, un poemario, una obra de teatro, una novela que te trate de explicar por qué se volvió así.

Hay códigos, por ejemplo en la gente del norte profundo, en principios de los ’70, hay muchísimas nociones de por qué se volvió así. En los ’90 comenzamos a tener el boom que conocemos pero sólo como un estándar de estereotipos. No creo que se imponga en la medida de lo posible como un asunto mercadológico o empresarial. Como indagación estética del mal, creo que sí vas a sondear por qué, es decir, dale la vuelta y pregúntate de qué manera está permeado todo esto.

Está muy manoseado el realismo pero todavía creo que funciona, cualquier novela realista después del 2000, forzosamente tiene que voltear en alguna de las ventanas de sus relatos a la violencia, porque es connatural a nosotros.

No puedes salir y no darte cuenta que esto se está cayendo a pedazos, si no lo haces quiere decir que estás escribiendo Ciencia Ficción y de la mala. No creo que se imponga pero sí es una obligación estética ver qué pasa.

En 2006 ha sido la única vez en el país que policías municipales le marcan el alto a un convoy de narcotraficantes, en Acapulco. ¿Qué fue lo que pasó? Derivó en una batalla formal con granadas, bazucazos, helicópteros, avionetas, gente apostada en las iglesias porque trataron de marcarle el alto a una camioneta Liberty que se pasó el alto. Ahí iba un sobrino del Chapo y como no hicieron caso… ¡Estás hablando de policías municipales que sólo traen una escuadra! Les dieron en su madre. Ellos nos enseñan que eso no se hace.

Cuando decapitan a los que quedaron vivos, ponen en las oficinas de Comunicación Social del Gobierno del Estado las cabezas y abajo: “Para que aprendan a respetar”, si eso no parece como una imposición, yo no sé qué sea una imposición. Qué bueno que no pasa en todas partes, allá pasó y me queda claro que es una obligación estética preguntar por qué.

 

Este mes se cumplieron diez años de ese hecho y no hay un solo libro que nos explique por qué. No es una obligación pero debería haber un aproximado. No me estoy echando porras pero ese es un asunto que a mí me ha estado dando vueltas. El libro que va a salir es el libro que ganó “Una vuelta de Tuerca” hace tres o cuatro años y es sobre ese asunto. No exactamente sobre la balacera sino sobre los motores que propician ese daño.

 

Es algo que yo no puedo quitarme de encima. Sigo hablando de eso, sigo preguntándome de qué va en otros libros y no veo vasos comunicantes.

Regresando a la pregunta que me hacías, me parece que se impone. Es muy sencillo, hay poemarios que ya lo refieren. Hay uno de Antonio Salinas que es el que me parece más cercano y más sensato, que se llama Serial, que tiene que ver no sólo con esa balacera sino con el hábitat natural de un Acapulco que se despierta y todos los días hay sangre, y si no se impone ¿por qué este tipo está hablando de eso?, ¿por qué ve en su sonda poética sólo sangre? No es que todos tengamos que hablar sobre eso pero me parece que es un asunto que en algún momento debe tratarse.

 

 

Federico Vite foto por Óscar Alarcón
Federico Vite foto por Óscar Alarcón

 

 

ÓA. ¿Un escritor guerrerense está obligado a hablar de los 43?

FV. En la obra no creo. Pero evidentemente, sí. Así como está obligado a hablar de los secuestros a tortilleros, formalmente, expendedores de masa, a taxistas, a vendedores ambulantes.

De pronto tenemos una habilidad en México para encumbrar mártires. Quiero decir: el dolor de ellos es el mismo dolor de las otras personas, claro el dolor de ellos es prácticamente maquinado. No por eso vamos a soslayarlo. Lo que quiero decir es que el pronunciamiento no sólo es hacia ellos, es hacia muchísima gente.

Como te digo que es un laboratorio social, en Acapulco están pasando cosas realmente increíbles. La Secretaría de Educación del Estado de Guerrero, por alguna razón que uno no entiende, entrega la hoja de las personas que están recibiendo sus aguinaldos a quien se le ocurra, por el IFAI. Entonces la gente que se dedica a extorsionar va uno por uno, hubo una especia de paranoia porque tú ya cobraste entonces te van a secuestrar. Era como venir a pagar la raya.

 

Así como estamos obligados a hablar de los 43, estamos obligados a hablar de la gente que está cerrando sus locales en la Costera porque no tiene garantías, porque los incendian, porque la gente que está detentando el poder no tiene ningún problema en matarte o desaparecerte exactamente igual que a los 43. Tú puedes tomar un taxi y ya no sabes si es un taxi. Eso es lo de menos, tú entras al cajero y no sabes si vas a volver a salir.

 

En todas partes hay alguien que está tratando de pasarse de listo, y me parece que si no estamos denunciando esto es por miedo. Pero en la medida de lo posible estamos fomentando un discurso de histeria que no le ayuda a nadie, y tampoco lo resuelve.

Este lunes va el segundo vendedor ambulante que liquidan en pleno malecón. A un lado está la aduana federal ya vacía, ya no llegan buques, yates, ¡estás frente al zócalo! Te pueden matar igual. Ya ha habido tres persecuciones en lancha a balazos. No sólo son los 43. Estamos hablando de un territorio que ya no le pertenece a la gente que vive ahí.

A mí me sorprende que todo mundo se cuelgue de la bandera de los 43. Me sorprende porque parece que el discurso se acaba y se agota ahí. Es el mismo asunto que el de la imposición de las instituciones como el narco.

No sólo es eso, hay algo mucho más abajo y mucho más impactante que repercute en tu inmediatez: quieres comprar tortillas y ya no hay tortillerías abiertas. No puedes ir a comprar a un súper con la misma libertad que lo hacías antes, es así de fácil. No puedes salir a comprar medicina a las 10 de la noche por lo mismo. Hay muchísimas cosas que denunciar.

Me parece muy razonable que los canales para denunciar eso sean Twitter o Facebook, pero me parece que estéticamente podría hacerse un correlato de esto. Es un caldo de cultivo para una novela negra, no sólo literario sino porque es un punto de vista: ¿a quién llegas con esto? Estás resguardando no sólo tu patio sino el del otro.

Por ejemplo allá llega alguien con botas a una cafetería y te da miedo, pero ¿por qué te debería de dar miedo?, cuando estamos acostumbrados a que sea un lugar en donde la gente se viste como quiera. Porque hay un discurso de conquistador, que nos está diciendo que todo aquel que sea distinto te puede hacer daño. No sólo son los 43 sino somos todos los que estamos ahí.

Hazlo como ejercicio: pregúntale a la gente que conozcas allá si tiene un cercano, un conocido que hayan desaparecido, asaltado, amenazado, que ha tenido que cerrar locales, que ha tenido que irse de allá.

Hay un fenómeno bien fuerte, se llaman desplazamientos por violencia, que nos enseñó Colombia, que eso es terrible porque después de eso ocurren cosas muy desagradables. Allá llevamos 6 años, que no son tantos pero ya es algo fuerte, 6 años de que se está desplazando la gente no sólo por falta de trabajo sino por violencia.

Donde yo estaba viviendo, el barrio se llama La Victoria, tuvimos que movernos porque llegan, te ofrecen 50 mil pesos, te sacan de ahí y se apropian porque se vuelve casa de seguridad, con todo lo que implica: metes armamento, gente secuestrada, despareces cadáveres, y es en donde llevas viviendo toda tu vida. Y eso sucede hoy, más tarde, no sabes. Pero si no tomas esos 50 mil pesos lo que sucede es que te exterminan.

La gente se está yendo de ahí, de una parte que se llama El Anfiteatro de Acapulco, que es la zona más violenta. Estás hablando de que son desplazamientos de violencia como en Bosnia. Y tampoco hay denuncia de eso.

 

Qué bueno que se hable de los 43 pero esto es igual, es exactamente igual. No hay donde deposites tu sueño, que es lo que desespera. Te vas de la casa donde creciste porque no hay quién pueda contener a quien te quita tu sueño. Qué bueno que aquí no ocurren esas cosas, seguramente pasa también en Tampico, en Colima, que es una ciudad de la que no nos dan muchas noticias, en Nayarit, en Puerto Vallarta. Yo estoy en Acapulco y veo eso.

 

Hay otros espacios que también ejercito periodísticamente, desde ahí ofrezco el correlato de lo que te digo. Pero es igual de fuerte y de impactante. Cuando creces en la primaria, en donde te dieron tu primer beso de niño y descubres que todo está lleno de cruces, estás abandonando todo eso que te hizo feliz. A eso me refiero con estar reconstruyendo ese Acapulco.

Es un asunto muy cabrón porque no ves que pueda resolverse. La marina no ha funcionado, el ejército no ha funcionado, si a esos dos le sumas la gendarmería, tampoco ha funcionado. Son chicos de 18 o 20 años, que los ves y no saben comportarse en una situación así, los ves cansados, deshidratados, es gente que no está acostumbrada a vivir con esas temperaturas. No ve bien, están cegados por el sudor. Características elementales que te hacen pensar que sólo es una forma de tapar los boquetes.

Ha habido dos emplazamientos de bomba en el año —se llaman emplazamientos de bomba cuando se notifica que va a explotar, por ejemplo, el Ayuntamiento, y ahí no explota nada pero explota algo cerca—. Quien acaba de entrar como presidente municipal se llama Evodio Velázquez, se le está yendo la gente, está pidiendo ayuda porque tiene un municipio en banca rota, no hay policías. ¿Qué es lo que puedes esperar de un lugar así? Nada. Y además, parece de pronto muy absurdo pensar en la literatura allá. Tenemos problemas elementales como la seguridad.

Un detalle que describiría muy bien la situación: en cualquier hospital allá no puedes entrar con celular porque ha habido dos asesinatos dentro de los hospitales. Te ubican por celular, entra alguien armado y te mata. Que te restrinjan el celular en un hospital te habla de que ya no puedes controlar una institución.

Tampoco creo que sea un narcogobierno, no creo en esas características. Sí creo que es una zona de guerra, desgraciadamente parece así. ¿Qué ocurre cuando haces una declaración de zona de guerra? Toma posesión la Federación. No hay condiciones para hacer eso. Primero porque no le van a hacer caso a un puerto, pareciera que Acapulco sólo es la franja costera y no. Eso es lo importante, lo vital: si estás desprotegiendo al resto estás cerrando y ahorcando sólo el paisaje.

 

 

Fragmento de la entrevista originalmente publicada en La Jornada Aguascalientes y en Leviatán.

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