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Elmer Mendoza. Foto cortesía de José Luis Dávila.
Elmer Mendoza. Foto cortesía de José Luis Dávila.

Por José Luis Dávila y Carlos Morales Galicia

El autor nos comparte su opinión acerca de su encuentro con jóvenes universitarios

Pocas veces en la vida se tiene la fortuna de conocer a uno de esos seres a los que catalogamos como ídolos. Hoy en día, cualquiera se adjudica el mote de ídolo, entes fugaces que se pierden en delirios de grandeza.

Élmer Mendoza no sólo es sólo uno de nuestros ídolos literarios, también, es un autor que se convierte en toda una experiencia de lectura; va más allá de los elementos humorísticos de sus novelas, cualquiera puede escribir sobre narcotráfico, detectives, mafias, intrigas criminales, etc., pero no en la manera como lo hace Mendoza, es la línea divisoria entre un escritor y un buen escritor. La técnica narrativa empleada en su prosa lo hace diferente. La manera como se desarrolla la trama es lo que mantiene al lector enganchado de principio a fin. Los recursos estilísticos como las canciones y los anuncios nos sumergen en universos que más de uno han atravesado. El manejo del lenguaje popular hasta convertirlo en un arte. La literatura es un arte que se crea con el lenguaje.

Y llega el día, la hora, el lugar, el momento de hacerle sólo unas cuantas preguntas, de desprenderse de la etiqueta de admiradores (qué difícil es desprenderse de las etiquetas) para encontrar no sólo a un ídolo literario, sino al artista y al ser humano. Élmer Mendoza contestó cada una de nuestras preguntas sin la prisa que el tiempo marcaba, de manera atenta escuchó nuestras interrogantes y nos dejó una gran lección que, seguramente, será indeleble.

Para el catálogo de la Bienal de Venecia usted escribió un cuento, en referencia a la obra de Teresa Margolles, que se tituló “Cada vez que veo un mapa de México se me antoja pintarlo de negro”. Hace una relación interesante en lo que es el trabajo plástico y la literatura, ¿cuál es su opinión entre la relación de la Literatura y Artes Plásticas?

Altísimo, altísimo e incluso con una llamada de atención a los artistas de las otras disciplinas, porque creo que los escritores somos los que nos ocupamos más de las otras artes. Los pintores no son tan lectores ni los teatreros, los teatreros leen teatro, pero no leen novelas ni poesía, muchos que conozco, seguramente debe haber excepciones, pero creo que es fundamental. En lo particular a mí me gusta mucho la plástica, soy un receptor acucioso, porque igual soy en eso, pero como narrador. ¿Se acuerdan de Stendhal? Que ve una expo y se desmaya. Eso pasa, y claro, como yo sé lo de Stendhal me empiezo a sentir raro y me salgo, pero sí he podido ver cosas. Mucho tiene que ver  mi mujer, mi mujer es fan de los museos, es de las que se está horas y horas, entonces he podido ver muchas de las piezas famosas. Particularmente, la obra de Tere me gusta mucho, creo que tiene una propuesta muy fuerte, muy riesgosa, muy cara. Tere está firme ahí, no tiene miedo, siempre lo está pensando en qué es lo que tiene que hacer, qué es lo que sigue y yo sí creo que va a ser una de las artistas más famosas de México, ya es de las más importantes, pero va a ser de las más famosas.

Respecto al ejercicio de hace unos momentos, ¿cuál es la importancia para usted, como escritor, tener estas charlas con los universitarios y compartir sus experiencias con los estudiantes de Literatura?

Es una gran revelación; siempre me da un poquito de temor porque la academia siempre sigue rutas absolutamente diferentes, respecto a los que escribimos. Igualmente, siempre sus conclusiones son una gran revelación. Vamos, lo poco que sé de mis libros, siempre me entero en estos eventos, -¿Apoco eso yo hice? o ¿Eso se puede colegir de ahí?- No pues, resulta que sí, me gusta muchísimo ese mundo. Creo que es, además, un ejercicio de la inteligencia necesario. Creo que una época no tiene que ser solamente de creadores; tiene que ser de críticos. Para mí, yo solamente puedo aspirar a ser uno de los mejores escritores de mi época si tengo a los críticos, no de mi lado, sino los tengo ahí presentes, porque son parte de la atmósfera, de esa postura. Yo creo que cuando los escritores han ido solos, han tardado muchísimo en que su obra sea asimilada; los críticos ayudan a eso, la interpretación, más cuando son múltiples interpretaciones. Realmente, me sorprendió cuando me avisaron, por eso dije: ¿Es una broma?- No, ya me explicaron sucintamente cómo lo habían acordado. No es un orgullo, es un compromiso, porque debo hacer las cosas bien, si hay personas que se están ocupando de mi obra, pues siempre tienen que encontrar algo distinto.

Hay algo muy interesante que ocurre con los escritores del norte, sobre todo con Julián Herbert y Carlos Velázquez, ¿cuál es su opinión acerca de estos dos jóvenes creadores?

Pues que son muy buenos, todos dicen que son nuestros continuadores, me caen muy bien y me gusta mucho lo que hacen. Creo que son mucho más divertidos que nosotros. Nosotros, creo, le apostamos al humor, pero mucho más a la ironía. Ellos manejan más el humor, sobre todo Carlos. Julián es más tremendo, es más a lo dark, a lo oscuro, pero creo que ambas características tienen que ver con la historia personal de cada uno de ellos, tienen historias muy fuertes. Pero creo que ambos son grandes escritores, los ponen junto a Luis Jorge Boone, que serían los tres chicos que, ya que nos retiremos a vivir a una isla desierta, van a seguir adelante.

Hay algo muy curioso, nosotros somos la Literatura del Norte porque nos bautizaron así en el centro, pero nosotros somos escritores mexicanos, lo que hicimos después fue de: “sí, somos escritores del norte”, pero en realidad escribimos en español, somos latinos, los europeos dicen que somos latinos, y sí, también somos latinos, pertenecemos a un continente.

 

Élmer Mendoza. Foto cortesía de José Luis Dávila.
Élmer Mendoza. Foto cortesía de José Luis Dávila.

El lenguaje en sus novelas que es muy del barrio, muy popular, también conlleva cierta musicalización, por ejemplo: la introducción de temas musicales, ¿cómo considera esto?

Pues es un recurso, un recurso de entrañabilidad, de intentar que sea una conexión más de los lectores con la novela, quizás también es un ejercicio como lector, es decir, por qué me gusta una novela, por qué leo una novela de seiscientas páginas, tiene que haber algo, independientemente de cómo está contada, del tema, algo, esos pequeños detalles. Por ejemplo: a mí que me gusta mucho comer, cuando se come en las novelas me encanta. Me gusta recorrer las ciudades, que baje una calle, es decir: me gusta eso. Es algo entrañable. Entonces, en el momento que yo tengo que crear escenas entrañables, para que mis lectores, igual, tengan una reacción similar, yo he descubierto que la música funciona y la uso.

Ocurrió con Pérez Reverte y recién con Xavier Velasco, leímos que Diablo Guardián se adaptará como serie de televisión, ¿le han propuesto adaptar alguna de sus obras como película o serie de televisión?, ¿qué opina al respecto?

Sí, pues, mi mujer quiere comprar una casa en la playa, entonces necesitamos firmar un contrato de esos porque te alcanza para eso, pagan muy bien y, desde luego, tienes que ceder los derechos; significa que  el guionista va a hacer lo que le dé la gana, hay que estar consciente de eso. Creo que al final lo único bueno que queda es el dinero, y si ponen a una actriz guapa como en la Reina del Sur, qué bien. No sé, yo tendría que verlo, pero sí, mi agente, Alejandro Segrelles, trabaja arduamente en eso que tiene que ver con la imagen, pero somos muy duros. Tenemos propuesta para cómic, pero los adelantos que han mostrado no son como creemos que pudieran quedar. Igual no se ha aceptado. Hay algunas de las novelas que están vendidas, las opciones, como que la compra una empresa y dice: tenemos tres años, si en tres años no la filmo, la cedo. El amante ya la hemos vendido varias veces, no sé qué vaya a pasar, pero sí, tarde o temprano se va a llevar una a la pantalla, pudiera ser una serie o una película.

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