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The Dark Knight Rises. Imagen tomada de la página Pop Watch.
The Dark Knight Rises. Imagen tomada de la página Pop Watch.

Por Rodrigo Durana.

Después de ver la película Batman Caballero de la Noche Asciende, del director Christopher Nolan, y franquicia de Warner Bros Pictures, me quedó un sabor de boca agrio, por no decir putrefacto. Me parece que la película como tal está muy bien planteada y desarrollada, es una pieza melodramática donde, como todo melodrama, el bien y el mal luchan pero en este caso, dándole vital importancia al desarrollo psicológico del personaje, Bruce Wayne, quien vive deprimido por el deceso de su amada (en la película anterior) y quien es derrotado por su enemigo Bane; aunque más bien lo es por sus propios fantasmas y demonios, Wayne tiene que enfrentarlos y resurgir  o, como el nombre de la película lo indica, ascender, resurgir de la cenizas y salvar a la humanidad y derrotar a los malos. La creación de todo un universo visual es impresionante, en especial los lugares como Ciudad Gótica, los vehículos móviles y en general la atmosfera invernal. Es inevitable no estar en total atención a toda la película, hay secuencias de acción muy bien realizadas y la trama está llevada de la mano de la posibilidad constante de la destrucción masiva de la ciudad y sus habitantes. Por si fuera poco el film cuenta con un elenco sorprendente, puro galardonado y famoso, de verdad wau de elenco: Christian Bale, Anne Hataway, la princesita; Tom Hardy, Michael Cane, el Alfie original; Gary Oldman, Morgan Freeman, Joseph Gordon Levytt, y Marion Cotillard. Nolan, como excelente director y guionista, crea una historia singular tomando personajes y anécdotas de todas las sagas de Batman y formando una historia singular y única que no tiene que ver con los distintos comics y con las distintas apariciones en filmes y series televisivas, como debe ser, la obra como elemento único.

Pero entonces, si toda la película está muy impresionante y bien hecha y bla bla bla, por qué salí del cine con esa sensación amarga y desagradable. Simple y sin tapujos: La tesis del filme es que un terrorista, Bane, secuestra Ciudad Gótica, bajo la amenaza de hacer explotar una bomba nuclear si alguien sale o entra a la ciudad, le quita el poder a la oligarquía o clases poderosas y se lo da al pueblo, quienes toman las calles y agreden a los antiguos ricos quienes son sometidos a juicios del pueblo y mandados al río congelado donde sucumben; cualquier parecido con la revolución francesa, la revolución bolchevique o la revolución popular china es mera coincidencia. El problema no es ese, finalmente como todo movimiento político, conlleva cuestiones positivas y negativas. El meollo del asunto radica en el planteamiento melodramático, dos fuerzas que se enfrentan entre sí, Nolan pone de un lado al pueblo, los no ricos, los que viven al día, y con ellos, al malo de la película, al terrorista, al despiadado asesino; del otro lado están los ricos y poderosos, los que llevan el control del estado y con ellos Batman, el bueno, el paladín de la justicia y del bien. Finalmente Batman salva la ciudad, salva a los ricos, salva de sí mismos, a los pobres, al pueblo. ¿Por qué coño no lo plantea al revés, el malo con los ricos y el bueno con los pobres o el pueblo? Inclusive Bane, el malo le roba todo su dinero al desventurado de Bruce Wayne, quien tiene que casi resucitar pues además de dejarlo pobre le dan una soberana madriza que lo deja al borde de la muerte.

Batman y Bane. The Dark Knight Rises. Imagen tomada de la página Pop Watch.
Batman y Bane. The Dark Knight Rises. Imagen tomada de la página Pop Watch.

El cine norteamericano ha sido, quizá el medio de expansión más eficiente del imperialismo yankee, los tratados de libre comercio de esa nación llevan como condición la proyección forzosa de sus filmes en los cines de casi todos los países del mundo. El cine nos muestra un mundo maravilloso y lleno de placer, una forma de ser “exitoso” y feliz. No es coincidencia que casi todo el mundo tiene hoy el “American Way of life” o por lo menos la idealización de tal: la compra en el supermercado, o en el “mall”, un buen auto, una buena casa, una buena novia o novio, una mascota, pantalla plana, smartphone, internet a todas horas y en todos lados, tenis de colores y alcoholizado perreo en el antro.

Las clases poderosas, dueñas de grandes emporios y transnacionales, con ayuda del cine y la televisión, nos crean necesidades básicas y nos dan la posibilidad de cubrirlas, dándonos, en  el acto de comprar todas las mierdas que nos ofrecen, una supuesta sensación de felicidad. Tenemos la necesidad de cambiar, cada año, el teléfono celular porque ya está viejo y obsoleto, una nueva computadora o tablet o cualquier artefacto que nos tenga conectados a las redes sociales, donde exponemos a cualquier cantidad de extraños nuestra intimidades y nuestro estado de ánimo, una subrealidad que nos permite abstraernos y, por lo tanto, no buscar la peligrosa asociación en carne y hueso con las demás personas, ya que tenemos una aparente vida social en un mundo virtual; y si decidimos reunirnos en vivo, será sólo bajo el influjo del alcohol, ya que la tele y el cine nos muestra que el individuo exitoso es el que se alcoholiza y va con sus amigos a un lugar donde hay música (toda igual), no se puede platicar y después de un rato aunque se pueda ya estará uno fumigado y balbuceando tonterías, y de ahí a dormir; no hay peligro de que la gente piense en la mínima posibilidad de que somos autómatas que trabajamos por un salario ridículo y nos lo gastamos en ridiculeces, cual tienda de raya de las haciendas mexicanas del siglo XIX. Trabajamos para podernos comprar la pantalla de leds, el automóvil del año, la consola de videojuego más reciente, el shampoo que aclara el cabello y produce orgasmos al aplicarlo en el cuero cabelludo, el internet más rápido, la televisión por cable; y no contentos con todo lo que les compramos, nos embuten de comerciales de comida para engordar como cerdos, luego nos dicen que el sobrepeso es malísimo y nos ofrecen cualquier cantidad de soluciones, cremas reductoras, pastillas, aparatos para hacer ejercicio, en fin, toda una gama de posibilidades, con su debido costo, claro. Todo radica en las necesidades que nos producen y la posibilidad de cubrirlas, en pagos chiquitos o con más de la mitad de nuestra raquítica quincena.

The Dark Knight Rises. Imagen tomada de la página Pop Watch.
The Dark Knight Rises. Imagen tomada de la página Pop Watch.

Después de todo eso, uno va al cine y ve al superhéroe, en este caso Batman, salvando de forma espectacular y soberbia a Nueva York, o Ciudad Gótica de los malvados terroristas que quieren quitarle el poder a la oligarquía, a los desdichados ricos que se quedan sin el poder de vender mierdas a los pobres. Existe la posibilidad de que inconscientemente uno salga de la sala pensando que el hecho de que los ricos pierdan el poder sobre las masas es malo, es perjudicial, es algo que traería desgracias a la humanidad y que, bendito sea el señor, siempre hay Batman que nos salve, y nos permita seguir trabajando en sus emporios por una mierda de sueldo, y seguir comprando sus mierdas al por mayor en pagos chiquitos y por supuesto seguir siendo felices. ¡Gracias Batman!

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