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close-up-1853081_1920 imagen tomada de pixbay.com
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“…es lógico que una forma de la pasión como el futbol interese a la gente,

no sólo tiene que ver con lo que pasa en la cancha,

sino con lo que tiene en la mente el aficionado.

Eso abarca supersticiones, ídolos, creencias, mitos,

hay equipos que representan religiones, fábricas, universidades.

Toda esa imaginación que está en juego también tiene que ser narrada,

por eso nos interesa mucho a los escritores.”

Juan Villoro, en entrevista en 2006.

 

Por Iván Gómez (@sanchessinz)

 

Desde que tengo memoria soy fan del futbol. Y como tantos en México (y no sé, me imagino que en todo el mundo) no tuve la oportunidad de escoger cuál sería el equipo que me apasionaría, pues fue mi padre el que me inculcó la afición al Cruz Azul, cosa que en realidad le agradezco, pues me salvó de las garras de… bueno, sólo diré que de las garras de otros equipos.

En realidad no conozco sobre equipos fuera de México y poco o nada me importa la eterna rivalidad que la gente ha creado entre el Barcelona y el Real Madrid, porque aunque el futbol europeo lleva muchos años presente en nuestro país, en los últimos años comenzó a popularizarse de más, hasta que se volvió una obligación determinar un equipo favorito.

 

Eso lo supe cuando en las retas que se arman cerca de mí casa (a las cuales dejé de asistir hace mucho) alguien le preguntaba a otro sujeto: oye, ¿y cuál es tu equipo favorito? Y entonces la persona titubeaba antes de mencionar uno: le voy al, ah, al Ba-bar-celona, sí.

 

Tampoco conozco tanto sobre los equipos nacionales, sé cuáles van a la cabeza en el torneo actual y de vez en cuando leo alguna crónica que sitios especializados en deportes sacan; de niño veía resúmenes deportivos en Televisa, hasta que crecí y me cayeron mal. En pocas palabras: sólo soy fan de este deporte por el amor que le tengo a mi eterno equipo en desdicha: Cruz Azul.

 

Varias veces me he jactado de decir que yo soy un auténtico fan al argumentar que con mis 17 años no los he visto campeones, pero la realidad es que me heredaron este equipo y no me queda de otra más que seguirlo, esté bien o mal, “uno no puede abandonar a su equipo, es como si abandonaras tu niñez”, lo dijo Juan Villoro.

 

Claro, crecí y esa herencia se transformó en un auténtico gusto cuando llegó el Tito Villa y le metió gol al América tacleando al defensa, no recuerdo en qué torneo fue eso pero aún estaba Cabañas y nos metió un gol tempranero de penal. En 2009 llegó el Chaco y estoy seguro que por esos años también J. J. Corona. También me acuerdo del Chuletita Orozco, Torrado, Pinto y a veces de Pavone.

 

Recuerdo la final ante Monterrey en la que empatamos a 4 de ida pero nos ganaron por dos goles en el de vuelta. Y también la final ante el América en el 2013…

 

Son más los fracasos que las victorias los que están presentes en mis recuerdos, y curiosamente eso es lo que me ha hecho un seguidor más leal.

 

 

En este torneo vi casi todos los partidos, y quiero remarcar ‹‹casi›› por una razón: vi el partido ante Necaxa de la jornada 1, y ganamos 1-0. La derrota ante Pumas, el empate ante Monterrey y las sucesivas derrotas y empates. No vi el partido ante Jaguares, y ganaron. Vi los sucesivos partidos emocionado por un posible cambio y acabé decepcionado por la mala racha. No vi el partido ante Toluca y, sí, ganaron. Llegué tarde al partido ante Chivas, cuando ya iban 2-0 a su favor y, en los últimos veinte minutos que vi, recibieron un gol sorpresivo.

 

 

Hace dos semanas, cuando estaban jugando contra Pachuca le decía a un amigo: si hoy pierden mi próxima columna será sobre esto.

 

Si ganaban tenían mínimas oportunidades de pasar a liguilla, un empate o derrota los sacaba del juego: empataron, así que fue como perder. Y aquí me tienen, con mi pluma en la mano y un clínex en la otra, recordando el gol que nos metió el Conejo en compensación y que tanto me recuerda al que medio hizo Moisés Muñoz (y digo medio porque él cabeceó el balón pero fue nuestro mediocampista A. Castro el que en su intento por sacarla se la desvió a Corona y acabó por entrar a la red).

 

Mis ojos se humedecen y mi estómago me chilla al recordar que por aquel entonces hasta los tacos me cayeron mal.

No soy supersticioso, bueno no tanto, no creo en la mala suerte —gatos negros pasando bajo escaleras colocadas en un piso agrietado que fue alfombrado con sal—, no me generó expectativa la supuesta limpia que le realizó la chamana a las instalaciones de la Noria, pero la acumulación de los hechos me ha generado una especie de falsa creencia que me hace pensar que si no verlo ha hecho que gane.

 

Quizá es porque el salado soy yo, así que en el futuro sólo estaré atento por Twitter, pero sólo eso, sirve que escucho el jazz que transmiten por TVUNAM los sábados a las 5, que es la hora en la que juegan de local. Y sí, ya sé que estoy cometiendo una falacia de causa falsa.

Sin más le digo adiós a mis sábados de futbol (ajá, sí).

 

Han pasado más de una semana desde que escribí esto, por causas de relevancia con la otra columna que escribí este texto se pospuso para hoy. Sólo quiero agregar que el sábado pasado no vi el partido completo contra León (vi los últimos minutos), y no fue por lo expuesto arriba, simplemente estuve esperando con tantas ansias a que iniciara la final de los Lobos que olvidé éste.

 

Ganaron, no me sorprende.

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