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Adolfo
Adolfo García. Imagen cortesía de Antonio Arroyo Silva. 

Por Antonio Arroyo Silva.


Hace mucho tiempo, en mis primeras incursiones por el mundo de la poesía, justo en ese momento de seguro enfrentamiento a gigantes y no a molinos de viento, me sentí como un caracol neófito de este reino templario. Eran unos momentos en que el mar mordía corazones sobre la faz del hambre: el mar del marasmo reinante hacia el pan de los ritos.

Esta mi reminiscencia lírica la hago a propósito del nuevo poemario de Adolfo García: Actuales señores feudales. Tras una primera lectura, vuelvo a preguntarme si son gigantes o molinos a los que me tengo que enfrentar, no ya en mi propia escritura  sino dentro de la cosmovisión que este singular escritor nos presenta. Si Miguel de Cervantes sentía el impulso poético y nunca se vio a la altura—mal hecho— de sus amigos los poetas Luis de Góngora o Lope de Vega, y de esta manera llegó a escribir su gran novela Don Quijote de Mancha, ahora Adolfo García, como en muchas ocasiones anteriores, con su mirada narradora penetra con una forma muy especial en el mundo de la poesía, sin pretender llegar a ningún Parnaso. Y nos habla de los avatares de la sociedad contemporánea y cotidiana con su espíritu irónico y rebelde, desde la sangre de las venas y desde la expresión.

Jorge Rodríguez Padrón nos dice –y con razón—que el arte narrativo consiste en hacer ficción la realidad, es decir, contar la realidad a los lectores de una manera verosímil. La lírica estaría  en el polo opuesto, o sea,  en hacer que la realidad sea aún más real que la pura apariencia, que la pura ficción. Algo más que la propia veracidad. La poeta Olvido García Valdés argumenta que la poesía más que decir la verdad se inclina a no mentir, lo cual supone seguir los impulsos de los sentidos y la lógica interna del texto.

La lírica es canto y la narrativa cuento. Entre cuento y canto se mueven los hilos de este poemario de Adolfo García.

Adolfo García nació el año 1949 en Barranco del Pinar, entre el municipio de Santa María de Guía y el de Moya. Ha publicado una novela titulada El veneno de la realidad contra la verdad (2010) y, además de éste, los poemarios Versos desde la calma, Versos desde la cercanía, Versos desde la cueva, así como el poemario Náufrago, muerto en unión con el recientemente fallecido Luis Natera.

Entrando en Actuales señores feudales, y como manifiesta el prologuista Juan Francisco Fonte Moreno: “El corazón es quien siempre dicta los amores, la justicia social, la resistencia a no resignarse” cuando Adolfo García en sus versos nos dice:

…que gobierne quien gobierne

sea quien fuere,

vendrá detrás de un domingo

otro domingo.

 

Resistencia que lo emparenta a aquel Vientos del pueblo del poeta Miguel Hernández—dice Juan Francisco—.  A pesar de la crisis económica y la  des-idealización de la sociedad actual, que se parece a las de aquella época de Góngora del siglo XVII cuando éste escribía “hablen todos del gobierno/del mundo y sus monarquías/ mientras revientan mis días/ mantecadas y pan tierno”. Se supone que, como en tales tiempos, estaríamos en unos momentos de total resignación ante las catástrofes mundanas y del espíritu. Y, de hecho, está ocurriendo. Pero no en nuestro poeta, que, a pesar de su conciencia en su propia caída, se ve

Enterrado en remisa agonía,

concentrado en mi idóneo castillo,

mido mi ser vacío

y noto que en mi médula me astillo

—miles suplicios, entre burbujas,

se agitan sin miedo—

Precisamente, tras la declaración de principios del sujeto lírico desde el primer poema, en este se enfrenta al abismo (el suyo y el de todos) y se ve abajo en el fondo como un ser vacío porque lo han llenado de ideas y credos que ya para nada le valen; y ni siquiera la poesía podrían salvarle de su desplome. Casi me recuerda a aquél de Altazor sobre el desierto de Atacama, con la diferencia que allí la referencia es más bien poética y filosófica y en el poemario que comentamos, sin renunciar a retorcerle un poco el cuello al cisne del lenguaje, se queda más en lo cotidiano.

No me voy a detener ahora en analizar de forma minuciosa cada uno de los poemas, ni siquiera la forma que el poeta adopta; pues creo que toda esa parafernalia que el mismo Adolfo García inventa tiene la intención, si no de un trobar clus trovadoresco, si de hacernos huir de los caminos inextricables de la valoración poético-académica. Él posee sus propios senderos que se bifurcan, contra la generalizada banalidad del mundo que le tocó vivir y contra su  ya vacía  forma de expresión. Hay muchas rimas, metros, etcétera que nos pueden recordar tanto la lírica medieval como las canciones carnavaleras, incluso el reguetón. Y es  que de eso se trata: de cantarle al mundo con su propio lenguaje en añicos la falta de –como dice una amiga poeta chilena— co-razón, es decir, la carencia de humanismo y sensibilidad que sólo utiliza la razón oficial u oficiosa y no aquella que caracteriza por naturaleza al verdadero ser humano. Esta es la forma de gritar de Adolfo García a esos actuales señores feudales, ya no a base de esdrujulear el mundo, como le decía Lope de Vega a Cairasco, sino a fuerza de zie. Zumbido de abejorro para los oídos malsanos de los señores y su cohorte. Zumbido que rompe el lenguaje políticamente correcto, incluso sus moldes con esa manera singular de empleo de cultismos presentes y pretéritos junto a voces del habla popular. Como decía antes, ése es el señuelo, ésa la celada. Ése y su tremendo sentido de la ironía y el sarcasmo, propio de una persona sencilla que sabe de la fugacidad por la vida y que ya no soporta ni un segundo más de resignación. Y así grita a ese caracol neófito que le oye, y no escucha, porque está ciego.

Estimado don Adolfo, todos sabemos quiénes son los actuales señores feudales. Nada ha cambiado realmente desde su otra vida en que don Quijote y Sancho se echaron al mundo de las letras para deshacer entuertos y tuertos de la realidad y la ficción. Tampoco voy a decir si usted fue Sancho o nuestro inolvidable Luis Natera, Quijote, o viceversa, en distintos momentos de sus vidas y en las vidas que les tocará transcurrir; pero ahora mismo:

No piense en los hachazos de la existencia sino

en el golpe de luz cuando la luz se fue

detrás de la lomada. Mire verticalmente

el rayo que no está, mire el aura Natera

por dentro de sus párpados.

Buenas noches.

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